28 septiembre, 2017

Cruz de Viguera-Parkinson (15 Ciclistas)

24 de septiembre de 2017
Distancia: 58km
Desnivel acumulado: 905mt
IBPindex: 86


Cronica por “Pablito”   


En un sosegado amanecer de otoño… me hallaba en mi cama, jubiloso a causa de la fruición de permanecer arropado entre las sábanas a la par que irritado por el cantar de la alarma, pues había tomado conciencia de que iba a hacer su aparición media hora antes de lo previsto y de que ya correspondía levantarse. Tras haber observado el firmamento, el cual se encontraba en un extraño estado de calma, y desayunar con una abismal cadencia, me disfracé de romano; pues, a diferencia de Dios, los OR no descansan el domingo. Así, en este estado de somnolencia, ya recuperado de una enfermedad infecciosa, puse rumbo a Las Gaunas, lugar de comienzo de una nueva aventura.

            Nada más llegar, mis ojos repararon en las caras de los compañeros más míticos y me hice consecuente de que el verano había terminado y la temporada estaba llegando a su fin. Y es en este momento, cuando apareció de entre las sombras esa mirada de niño; cándida e inofensiva, nipona, con un toque de picardía, iluminada por el puñado de píxeles que forman la pantalla de su teléfono, y acompañada de una nota en el móvil, que reveló el autor de la crónica de un veinticuatro de septiembre.  Tras los saludos y un par de minutos esperando a algún dormilón fantasma que terminó por no aparecer, dejamos la gasolinera a ritmo suave tomando el camino viejo de Alberite dirección Viguera; instante en que el Sol tiñó el cielo de color OR y el cuerpo fue adentrándose lentamente en un clima diferente al existente. Llaneando, hablando, riendo, guiando al pelotón… los kilómetros avanzaban apresuradamente y cuando nos quisimos dar cuenta de dónde estábamos, habíamos llegado a la corta e infernal cuesta de cemento que asciende al quinto pueblo de la cuenca del Iregua. Una vez entrado al pueblo, con la mirada bien gacha, comprobé que el motor se encontraba en mal estado y luchaba por apagarse ya que habían arrastrado el desgaste de las fiestas mateas; no por hacer vida de murciélago (todo lo contrario) sino por no haber descansado un solo día desde que escuché el timbre que marca la entrada a clase. De esta forma, decidí dejar las series y arreones para otro día y disfrutar de la BTT y de la naturaleza privilegiada que tenemos en la puerta de casa.

            Ya en la fuente de Viguera y tras haber calentado oficialmente, partimos del pueblo para alcanzar el camino del chorrón, donde tras ganar altitud durante un par de kilómetros, tomamos un desvío a mano izquierda, vislumbrando una rampa la cual reflejaba la misma mirada que hacía hora y media había tomado aparición en las Gaunas. Apacible, dulce, pero de alma endemoniada. Aquí nos enfrentamos al comienzo serio de la aventura, donde pulso, cadena  y desnivel ascendían armónicamente en una relación simbiótica, alcanzando pendientes medias del 15-16%. La sequía hizo de las suyas y tras desviarme por el atajo, que no es atajo sino pared, junto a otros valientes, no pude por menos que resbalarme de las ásperas manos de la rampa, que luciendo su estado más maléfico, rivalizó con el pelotón de Andanzas y nos hizo consecuentes de que no hay fuerza mayor que la de una montaña árida, descuidada y embravecida.


            Seguimos ascendiendo por el camino de la cantera a ritmo más tranquilo hasta alcanzar la Senda a Cerro Arao. Una senda divertida en sentido ascendente que a alguno poco versado en la materia nos hizo ilustrar a nuestros compañeros el sutil arte de la patineta. Tras dejar atrás los paisajes abiertos que pudimos contemplar en la deshidratada senda, nos adentramos en su tramo final, ya un poco menos árido, y de especial belleza. Los árboles y las rocas, mimando nuestra enjuta figura, acariciando las cubiertas; cada giro, cada trazada, cada golpe de pedal… puro arte.

            

Completado este placentero y distraído recorrido, apareció de entre la nada una pradera bombardeada por una manada de vacas, que asustadas a causa de nuestra sudorosa desproporción facial corrieron despavoridas en busca de otra brigada BTTera más agraciada. En este momento iluminados por un sol radiante, los jefes de la banda anunciaron la inmortalización de los quince gladiadores:


Ricardito (“Anda, Tira!” o “Barrankas”), Álvaro (“El Linterna arandino”), Diego (“El Drifter”), Igor San Juan, David +, Jesús (“El Educador”), David “Masterclass”, Santi “LOCOMOTORA”, Antonio Andrés (“Portento”), Vitín (“El Boss” o “Mongol” (Según José Eugenio)), Miguel Sobrino, Fer Alcalá (“Fervantes”), Pepón (“Foto ni mierdas…”) e Isra.

                Dejando atrás esta pradera, alcanzamos una senda más técnica que nos examinó y despertó a cada uno de nosotros en mayor o menor medida. Tras atravesar este tramo, donde “El Boss” libró después de deslizarse sobre su montura dejándose llevar por la extrema confianza o inconsciencia y Santi “LOCOMOTORA” abandonó al grupo a causa de sus quehaceres, establecimos rumbo Noroeste hacia la cruz de Peña Bajenza. Instantes más tarde, habiendo levantado la mirada de la rueda delantera, pude contemplar preocupado la caída del Portento, que tras un intento fallido de culminar la roca que nos separaba de la cruz, se derrumbó abatido a plomo sobre una roca de menor tamaño. “La naturaleza en sí misma no debe ser desafiada”- Art.1 (“La Biblia del ciclista”).


                Atravesado este mal acceso, alcanzamos la cruz que descansa sobre Viguera, a lomos de Peña Bajenza. Una cruz desatendida, solitaria, que a título personal considero encarna  la personalidad y concepto ciclista. Superación, armonía natural, valentía, libertad, grandeza y un gran sentimiento ante la vida, la cual a su merced nos deleita con pequeños momentos como estos, que te alegran la existencia y te llenan como deportista, valores que hacen adictivas estas singulares hazañas. A dos metros de la línea que nos separa del descanso eterno, el grupo inmortalizaba el momento, a pesar de las reprimendas de la cúpula ya que supone un gran peligro tentar al abismo. Inmortalizado o no nuestro alma permanecerá, estoy seguro, por siempre junto a esa cruz, símbolo de la religión ciclista.


                Posteriormente, dejamos este pequeño rincón alejado de todo tipo de medianía, para danzar sobre nuestros corceles dirección Oeste y así alcanzar el punto de corte con la trazada de ida. No hubo ningún percance que señalar, sino todo lo contrario. La senda fue surfeada rápida, limpia y elegantemente, disfrutando; y así descendimos los cuatrocientos metros que nos separaban de ambos mundos: el espiritual y el terrenal. Encendidos y a gran velocidad, alcanzamos el punto de coincidencia con la trayectoria seguida horas antes.


 Ahora bien, únicamente nos concernía alcanzar Albelda y culminar un último repecho, La Raposa, para descolgarnos a través de la senda del Párkinson y caer a Alberite, punto de retorno y fin de esta ruta. De esta forma, con alegre cadencia y velocidad crucero, avanzábamos por la Vía Romana disfrutando del rodaje. Una vez llegado Albelda, una serie de innombrables desertores también apodados “Medias Rutas” nos abandonaron vilmente, provocando así un desasosiego en mi mente. Una pregunta hacía eco en el interior de mi cabeza: ¿A caso debería yo hacer el Párkinson? La duda era cierta. No supe realmente contestarme.

                Atravesando las calles del pueblo, llegamos a la carretera y más adelante al camino de La Raposa donde el matrimonio Portent-Igor tuvo su primera crisis. Y es que desde que el verano, ya sea por tiempo o por distancia los alejó, provocó en ambos un rechazo mutuo el cual estalló momentos previos a la ascensión. Quizás hizo que olvidaran la razón por la cual se querían tanto… Ni corto ni perezoso, nuestro querido Antonio Andrés estableció un buen ritmo de subida separándose de su exquerido Igor y advirtiéndome de que “El Señor Mayor” iba a aparecer en cualquier momento y que eso, sí era un desafío. Resurgido de entre las sombras y con semblante serio, apareció. Dieciocho por ciento, cemento, zona cinco, un profesional a mi izquierda, compañeros animando… que comience el juego. ¿Quién fue el ganador? Lo que ocurre en La Raposa, se recoge y expira allí. Como cronista y admirador de este tipo de deportistas, sólo puedo arrodillarme ante el poderío de David. Es increíble que un veterano como es él logre, no solo continuar con su afición, sino despuntar allí donde va y hacer que los demás, preparados para mayor explosividad, queden sumisos y rendidos tras intentar ascender a ritmo del año cincuenta y siete. Dejando la formalidad a un lado, David: ¡Eres mi ídolo!


                Exhaustos, esperamos que el grupo ascendiera el repecho para descolgarnos por el Párkinson. Aun lleno de dudas, logré descender con un pequeño percance, que al no estar recogido por el cámara del grupo quedará en el olvido. La senda la conocíamos todos, o al menos de oídas y más o menos sabíamos cómo se iba a desarrollar. “Cuidado con el cortao”- Consejo n1 (23/9/17). Trazando y bailando sobre la bici terminamos por caer a Alberite. Completado el descenso, Pepón nos brindó a los más jóvenes una clase de insultos, tanto modernos como obsoletos pasando por ininteligibles y enrevesados. Una vez anotados, establecimos rumbo a Logroño, donde unos iban a almorzar y otros a continuar con su rutina.


                [De nuevo se producía ese olor. El olor a otoño. El olor característico del camino del Iregua en estas fechas. Nuestros rostros; afligidos, mustios, apenados… Y es que terminar las aventuras no siempre es del agrado de todos, pero hay veces que simplemente por conocer y recordar el punto de partida junto a los buenos momentos que nos han sido brindados los domingos, merece la pena cerrar un corchete y poner de nuevo un punto y final].

Pablo.

5 comentarios:

vitinbtt dijo...

Grandísima crónica Pablo, como se notan los estudios y el interés que pones en todo lo que haces.
Menos mal que venias de un virus y de San Mateo... menudo "máquina" que estás hecho.
Una ruta muy técnica y encima con el terreno muy, muy seco y muy, muy suelto y aunque hubo alguna caída podemos decir que tuvimos mucha suerte ya que nadie salió perjudicado físicamente, la mayoría fueron prudentes y no arriesgaron en demasía (que son malas fechas).
Sin embargo el Parkinson está muy bien, no tiene mucho peligro y se puede hacer sin ningún problema.
Como diría Piqué "Un día mas en la oficina".

Anónimo dijo...

Muy buena, Pablo. Bien explicada y mejor redactada. Otro gran día de mtb con una compañía inmejorable.
Salud,
Barrancas

Toño Pleitos dijo...

Gran crónica Pablito!!! Como ha dicho el "mediarutas" que me precede, bien explicada y mejor redactada. Para mi gusto demasiado trufada de figuras literarias y adjetivos, en un estilo que podíamos definir barroco, o siguiendo al Educador, "churrigeresco".
De todas formas esto es una simple opinión. Tan lícito es ser de Góngora (como tú) como de Quevedo (como yo). Para gustos, colores.
Hablando del Educador... en contra de lo que se rumoreaba; el Murrio no murrió. Estaba de parranda. Habrá que sacarlo del Panteón de los Ilustres Difuntos.
Ruta preciosa y me atrevo a realizar una petición a la Cúpula; hay que repetirla en cuanto haya un poco de humedad que nos permita disfrutarla en su plenitud.
Como siempre la compañía excepcional e indescriptible el almuerzo (Lástima que después tuviéramos comida).

Fer Alcalá dijo...

Gran crónica Páblo. Después de llevar un año sin visitar El Parkinson, en pocas semanas la hemos hecho tres veces, del derecho y del revés. Salvo el susto que nos dió Toño, que últimamente está que se sale e incluso arriesga demasiado para mi gusto. No sé yo si tiene mucho interés en irse a Japón...

israelogro dijo...

Gran crónica Pablo. Qué nivel en todos lo terrenos, pájaro!!
La ruta preciosa, vaya vistas lo único malo el reseco del terreno.