24
de septiembre de 2017
Distancia:
58km
Desnivel
acumulado: 905mt
IBPindex:
86
Cronica
por “Pablito”
En un
sosegado amanecer de otoño… me hallaba en mi cama, jubiloso a causa de la
fruición de permanecer arropado entre las sábanas a la par que irritado por el
cantar de la alarma, pues había tomado conciencia de que iba a hacer su
aparición media hora antes de lo previsto y de que ya correspondía levantarse. Tras
haber observado el firmamento, el cual se encontraba en un extraño estado de
calma, y desayunar con una abismal cadencia, me disfracé de romano; pues, a
diferencia de Dios, los OR no descansan el domingo. Así, en este estado de
somnolencia, ya recuperado de una enfermedad infecciosa, puse rumbo a Las
Gaunas, lugar de comienzo de una nueva aventura.
Nada más llegar, mis ojos repararon
en las caras de los compañeros más míticos y me hice consecuente de que el
verano había terminado y la temporada estaba llegando a su fin. Y es en este
momento, cuando apareció de entre las sombras esa mirada de niño; cándida e
inofensiva, nipona, con un toque de picardía, iluminada por el puñado de
píxeles que forman la pantalla de su teléfono, y acompañada de una nota en el
móvil, que reveló el autor de la crónica de un veinticuatro de septiembre. Tras los saludos y un par de minutos esperando
a algún dormilón fantasma que terminó por no aparecer, dejamos la gasolinera a
ritmo suave tomando el camino viejo de Alberite dirección Viguera; instante en
que el Sol tiñó el cielo de color OR y el cuerpo fue adentrándose lentamente en
un clima diferente al existente. Llaneando, hablando, riendo, guiando al
pelotón… los kilómetros avanzaban apresuradamente y cuando nos quisimos dar
cuenta de dónde estábamos, habíamos llegado a la corta e infernal cuesta de
cemento que asciende al quinto pueblo de la cuenca del Iregua. Una vez entrado
al pueblo, con la mirada bien gacha, comprobé que el motor se encontraba en mal
estado y luchaba por apagarse ya que habían arrastrado el desgaste de las
fiestas mateas; no por hacer vida de murciélago (todo lo contrario) sino por no
haber descansado un solo día desde que escuché el timbre que marca la entrada a
clase. De esta forma, decidí dejar las series y arreones para otro día y
disfrutar de la BTT y de la naturaleza privilegiada que tenemos en la puerta de
casa.
Ya en la fuente de Viguera y tras
haber calentado oficialmente, partimos del pueblo para alcanzar el camino del
chorrón, donde tras ganar altitud durante un par de kilómetros, tomamos un
desvío a mano izquierda, vislumbrando una rampa la cual reflejaba la misma
mirada que hacía hora y media había tomado aparición en las Gaunas. Apacible,
dulce, pero de alma endemoniada. Aquí nos enfrentamos al comienzo serio de la
aventura, donde pulso, cadena y desnivel
ascendían armónicamente en una relación simbiótica, alcanzando pendientes
medias del 15-16%. La sequía hizo de las suyas y tras desviarme por el atajo,
que no es atajo sino pared, junto a otros valientes, no pude por menos que
resbalarme de las ásperas manos de la rampa, que luciendo su estado más
maléfico, rivalizó con el pelotón de Andanzas y nos hizo consecuentes de que no
hay fuerza mayor que la de una montaña árida, descuidada y embravecida.
Seguimos ascendiendo por el camino
de la cantera a ritmo más tranquilo hasta alcanzar la Senda a Cerro Arao. Una
senda divertida en sentido ascendente que a alguno poco versado en la materia
nos hizo ilustrar a nuestros compañeros el sutil arte de la patineta. Tras
dejar atrás los paisajes abiertos que pudimos contemplar en la deshidratada
senda, nos adentramos en su tramo final, ya un poco menos árido, y de especial
belleza. Los árboles y las rocas, mimando nuestra enjuta figura, acariciando
las cubiertas; cada giro, cada trazada, cada golpe de pedal… puro arte.
Completado este placentero y
distraído recorrido, apareció de entre la nada una pradera bombardeada por una
manada de vacas, que asustadas a causa de nuestra sudorosa desproporción facial
corrieron despavoridas en busca de otra brigada BTTera más agraciada. En este
momento iluminados por un sol radiante, los jefes de la banda anunciaron la
inmortalización de los quince gladiadores:
Ricardito (“Anda, Tira!” o “Barrankas”),
Álvaro (“El Linterna arandino”), Diego (“El Drifter”), Igor San Juan, David +,
Jesús (“El Educador”), David “Masterclass”, Santi “LOCOMOTORA”, Antonio Andrés
(“Portento”), Vitín (“El Boss” o “Mongol” (Según José Eugenio)),
Miguel Sobrino, Fer Alcalá (“Fervantes”), Pepón (“Foto ni mierdas…”) e Isra.
Dejando
atrás esta pradera, alcanzamos una senda más técnica que nos examinó y despertó
a cada uno de nosotros en mayor o menor medida. Tras atravesar este tramo,
donde “El Boss” libró después de deslizarse sobre su montura dejándose llevar
por la extrema confianza o inconsciencia y Santi “LOCOMOTORA” abandonó al grupo
a causa de sus quehaceres, establecimos rumbo Noroeste hacia la cruz de Peña
Bajenza. Instantes más tarde, habiendo levantado la mirada de la rueda
delantera, pude contemplar preocupado la caída del Portento, que tras un
intento fallido de culminar la roca que nos separaba de la cruz, se derrumbó
abatido a plomo sobre una roca de menor tamaño. “La naturaleza en sí misma no debe ser desafiada”- Art.1 (“La
Biblia del ciclista”).
Atravesado este mal acceso,
alcanzamos la cruz que descansa sobre Viguera, a lomos de Peña Bajenza. Una
cruz desatendida, solitaria, que a título personal considero encarna la personalidad y concepto ciclista. Superación,
armonía natural, valentía, libertad, grandeza y un gran sentimiento ante la
vida, la cual a su merced nos deleita con pequeños momentos como estos, que te
alegran la existencia y te llenan como deportista, valores que hacen adictivas
estas singulares hazañas. A dos metros de la línea que nos separa del descanso
eterno, el grupo inmortalizaba el momento, a pesar de las reprimendas de la
cúpula ya que supone un gran peligro tentar al abismo. Inmortalizado o no
nuestro alma permanecerá, estoy seguro, por siempre junto a esa cruz, símbolo
de la religión ciclista.
Posteriormente, dejamos este
pequeño rincón alejado de todo tipo de medianía, para danzar sobre nuestros
corceles dirección Oeste y así alcanzar el punto de corte con la trazada de
ida. No hubo ningún percance que señalar, sino todo lo contrario. La senda fue
surfeada rápida, limpia y elegantemente, disfrutando; y así descendimos los
cuatrocientos metros que nos separaban de ambos mundos: el espiritual y el
terrenal. Encendidos y a gran velocidad, alcanzamos el punto de coincidencia
con la trayectoria seguida horas antes.
Ahora bien, únicamente nos concernía
alcanzar Albelda y culminar un último repecho, La Raposa, para descolgarnos a
través de la senda del Párkinson y caer a Alberite, punto de retorno y fin de
esta ruta. De esta forma, con alegre cadencia y velocidad crucero, avanzábamos
por la Vía Romana disfrutando del rodaje. Una vez llegado Albelda, una serie de
innombrables desertores también apodados “Medias Rutas” nos abandonaron
vilmente, provocando así un desasosiego en mi mente. Una pregunta hacía eco en
el interior de mi cabeza: ¿A caso debería yo hacer el Párkinson? La duda era
cierta. No supe realmente contestarme.
Atravesando las calles del
pueblo, llegamos a la carretera y más adelante al camino de La Raposa donde el
matrimonio Portent-Igor tuvo su primera crisis. Y es que desde que el verano,
ya sea por tiempo o por distancia los alejó, provocó en ambos un rechazo mutuo
el cual estalló momentos previos a la ascensión. Quizás hizo que olvidaran la
razón por la cual se querían tanto… Ni corto ni perezoso, nuestro querido
Antonio Andrés estableció un buen ritmo de subida separándose de su exquerido
Igor y advirtiéndome de que “El Señor Mayor” iba a aparecer en cualquier
momento y que eso, sí era un desafío. Resurgido de entre las sombras y con
semblante serio, apareció. Dieciocho por ciento, cemento, zona cinco, un
profesional a mi izquierda, compañeros animando… que comience el juego. ¿Quién
fue el ganador? Lo que ocurre en La Raposa, se recoge y expira allí. Como
cronista y admirador de este tipo de deportistas, sólo puedo arrodillarme ante
el poderío de David. Es increíble que un veterano como es él logre, no solo
continuar con su afición, sino despuntar allí donde va y hacer que los demás,
preparados para mayor explosividad, queden sumisos y rendidos tras intentar
ascender a ritmo del año cincuenta y siete. Dejando la formalidad a un lado,
David: ¡Eres mi ídolo!
Exhaustos, esperamos que el
grupo ascendiera el repecho para descolgarnos por el Párkinson. Aun lleno de
dudas, logré descender con un pequeño percance, que al no estar recogido por el
cámara del grupo quedará en el olvido. La senda la conocíamos todos, o al menos
de oídas y más o menos sabíamos cómo se iba a desarrollar. “Cuidado con el cortao”- Consejo n1 (23/9/17). Trazando y bailando
sobre la bici terminamos por caer a Alberite. Completado el descenso, Pepón nos
brindó a los más jóvenes una clase de insultos, tanto modernos como obsoletos
pasando por ininteligibles y enrevesados. Una vez anotados, establecimos rumbo
a Logroño, donde unos iban a almorzar y otros a continuar con su rutina.
[De nuevo se producía ese olor.
El olor a otoño. El olor característico del camino del Iregua en estas fechas.
Nuestros rostros; afligidos, mustios, apenados… Y es que terminar las aventuras
no siempre es del agrado de todos, pero hay veces que simplemente por conocer y
recordar el punto de partida junto a los buenos momentos que nos han sido
brindados los domingos, merece la pena cerrar un corchete y poner de nuevo un
punto y final].
Pablo.
5 comentarios:
Grandísima crónica Pablo, como se notan los estudios y el interés que pones en todo lo que haces.
Menos mal que venias de un virus y de San Mateo... menudo "máquina" que estás hecho.
Una ruta muy técnica y encima con el terreno muy, muy seco y muy, muy suelto y aunque hubo alguna caída podemos decir que tuvimos mucha suerte ya que nadie salió perjudicado físicamente, la mayoría fueron prudentes y no arriesgaron en demasía (que son malas fechas).
Sin embargo el Parkinson está muy bien, no tiene mucho peligro y se puede hacer sin ningún problema.
Como diría Piqué "Un día mas en la oficina".
Muy buena, Pablo. Bien explicada y mejor redactada. Otro gran día de mtb con una compañía inmejorable.
Salud,
Barrancas
Gran crónica Pablito!!! Como ha dicho el "mediarutas" que me precede, bien explicada y mejor redactada. Para mi gusto demasiado trufada de figuras literarias y adjetivos, en un estilo que podíamos definir barroco, o siguiendo al Educador, "churrigeresco".
De todas formas esto es una simple opinión. Tan lícito es ser de Góngora (como tú) como de Quevedo (como yo). Para gustos, colores.
Hablando del Educador... en contra de lo que se rumoreaba; el Murrio no murrió. Estaba de parranda. Habrá que sacarlo del Panteón de los Ilustres Difuntos.
Ruta preciosa y me atrevo a realizar una petición a la Cúpula; hay que repetirla en cuanto haya un poco de humedad que nos permita disfrutarla en su plenitud.
Como siempre la compañía excepcional e indescriptible el almuerzo (Lástima que después tuviéramos comida).
Gran crónica Páblo. Después de llevar un año sin visitar El Parkinson, en pocas semanas la hemos hecho tres veces, del derecho y del revés. Salvo el susto que nos dió Toño, que últimamente está que se sale e incluso arriesga demasiado para mi gusto. No sé yo si tiene mucho interés en irse a Japón...
Gran crónica Pablo. Qué nivel en todos lo terrenos, pájaro!!
La ruta preciosa, vaya vistas lo único malo el reseco del terreno.
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