8 de diciembre de 2018
Distancia: 65km
Desnivel acumulado: 1743mt
IBPindex: 131
DOS HOMBRES Y UN DES(A)TINO
UN PORTENTOSO RELATO DE
TOÑO PLEITOS
2 CICLISTAS
(Pepón y Toño Pleitos)
CON LA COLABORACIÓN DE 9 BTTEROS:
(Vitín, Isra, Miguel Ángel, Miguel Merelo, Ana, Diego, Lolo, Félix y
Fran)
Y la participación de 8 carreteros de mie… (cuyo nombre no mencionaré
para evitar su bochorno)
No nos
vamos a engañar, para las alturas de temporada en las que nos encontramos, la misión
programada para este primer sábado de
diciembre era de las de quitar el hipo.
Los hados y
los cazadores se confabularon para que pudiera intentar realizarla después de
que quedara pospuesta por una batida el jueves anterior.
Al
comandante Montalvo se le había metido entre oreja y oreja la idea y, yo, hombre
con compromiso, decidí recoger el guante y me presenté voluntario para
acompañarlo.
Una vez
estudiada ruta en la entrada del blog correspondiente a la última vez que se
hizo, allá por noviembre de 2016, pude comprobar como la mayoría de los
integrantes de aquella expedición contaron con una pócima mágica que les
proporcionó fuerza supletoria para completarla con garantías. Esa pócima
consistió en los magníficos lechazos con los que Alvarito obsequió al grupo por
su cumpleaños el día anterior a la expedición.
Visto lo
cual, ni corto ni perezoso, el viernes realicé raudo la correspondiente reserva
en el asador José María, en Aranda de
Dueto, con la esperanza de que la ingesta del lechazo original elevara mi
rendimiento para estar al nivel del comandante Montalvo. El rendimiento, no sé
si lo elevó, pero mis papilas gustativas, con el asado, alcanzaron la
estratosfera y, con la morcilla, entré en el espacio interestelar!!!
Hay que
decir que el grupo se volcó en nuestro apoyo y pudimos contar con la
colaboración desinteresada de muchos en función de sus posibilidades y
disponibilidades.
Para la
primera parte del trayecto, la más sencilla, pusimos a tirar a Trini “la
sudores” con su flamante vehiculo eléctrico, dado que se tenía que retirar
pronto para atender a una de sus múltiples tareas familiares como él las
denomina y alguno –con un poco de mala leche- las define como “disculpitas”.
Por eso, y
para matar el largo rato que tuvimos que esperar a “riñoncitos”, decidimos
realizar la correspondiente foto de grupo para que todos pudieran anotársela
como expedición completada.
Para el
siguiente tramo de la misión, contamos con la ayuda inestimable del sector
endurero, compuesto por Diego, Ana, Lolo y Félix, que nos acompañaron hasta la
entrada del desvío hacia la “leñosa” en plena cuesta de Peña Aldera. Hay que
reseñar el esfuerzo que hizo Anita, que suspendió su estancia en Budapest para
prestarnos su apoyo en la expedición. Gracias desde aquí, maquina!!!
El
operativo diseñado por los Ordanzas funcionaba a la perfección. El modelo de
apoyo planificado por la dirección operativa es una traslación del modo de
funcionamiento de los lanzamientos de naves espaciales.
Al
principio el cohete (como nuestra expedición) es enorme pero, sucesivamente, se
van desprendiendo las partes del mismo, que después de suministrar el impulso
necesario se consideran “peso muerto”, hasta quedar únicamente la nave
propiamente dicha, la punta de la expedición.
Aunque en
el presente caso el peso muerto no se desprendió del todo, como veremos.
El
siguiente impulso nos lo suministró los cuñados fantásticos, es decir, Miguel
Merelo (el silencioso) y Trankas (el eléctrico). Hay que decir que su impulso
no duró mucho; justo hasta culminar Peña Aldera, pero todo impulso era bien
recibido y merece nuestra gratitud.
Antes de
seguir adelante tengo que decir que presencié como Miguel Ángel, sin escrúpulo
alguno por llevar motorcito, le dio una pasada a su cuñado en el ascenso a Peña
Aldera y que, según me ha contado un pajarito, Miguel Merelo se lo hizo pagar
llevándole con el gancho todo el descenso hasta Logroño (cosas de familia).
Bueno, pues
ya solo quedamos tres miembros de la expedición; Pepón, Vitín y un
servidor y la cosa no había hecho sino
empezar… cuando nos vino a la cabeza una coletilla que se repite en cada una de
las paradas que hacemos; “¿Ha llegado ya Israel?”
¡Nos
habíamos olvidado completamente de él! No nos cabía en la cabeza que quedara
alguien por llegar, máxime cuando mirábamos para atrás y solo veíamos monte sin
presencia humana alguna.
Ante esta
circunstancia sometimos a votación las dos únicas vías para solucionar el
entuerto: 1) La Vía Jeroslovena; matar al pobre Israel con un tiro en la sien
para que dejara, por fín, de sufrir o 2) La Vía Pakistaní; que Vitín se hiciera
cargo de él y lo arrastrara por algún atajo hasta volver a reunirnos para la
vuelta a Logroño.
Por
unanimidad se decidió lo segundo, por dos razones: la primera y principal; no
teníamos pistola (y eso que Vitín buscó y rebuscó en su riñonera sin fondo), y la
segunda, que Vitín quería experimentar que se siente al no ser, por una vez, la
rémora y sí, en cambio, el tiburón.
Al pobre
riñoncitos no le dijimos nada y lo fuimos arrastrando en la distancia por esos
andurriales, entre gimoteos, estertores de pulmón y estiramientos de riñón, hasta
la llegada a la carretera de Luezas. Al fondo se oían unos gritos ahogados del
“peso muerto” que decían: “Quiero terminar la rutaaaa, cabroneeess!!! Yo
tengooo compromisoooooo!!!”
Allí, en la
carretera de Luezas, dejamos al Torpedo de Islamabad esperando al Barrilete
Cósmico y Pepón y un servidor seguimos ascendiendo por la carretera para buscar
la senda que baja a Terroba.
En este
punto, una expedición de otra potencia espacial: “Los Sagaces Carreteros”
compuesta por 8 matrakos, alguno de ellos sin compromiso alguno, fueron hasta
allí a despedirse de nosotros antes de que nos adentráramos en el espacio
sideral sin otra conexión con nuestra base que las indicaciones del gps interno
de Pepón.
Entramos,
casi sin solución de continuidad, en el famoso Anillo de Terroba; una senda de
bajada larga, pestosa, llena de socavones, roderas, piedras de todos los
tamaños que como asteroides con muy mala idea querían impedir nuestra marcha,
pero el comandante Montalvo me guió esquivando todos los peligros hasta que
llegamos a su cota más baja.
Al terminar
el arriesgado descenso suspiré aliviado y pensé; ahora ya solo queda subir,
pero qué equivocado estaba!!!
En el
llaneo hasta Terroba nos encontramos con un agujero negro; un tramo más largo
que el de Trevijano, de los de chapapote de barro y mierda de vacas. Allí, cuando
mi ánimo estaba a punto de quebrarse, el comandante Montalvo encontró, como por
arte de magia, una senda que discurría unos pocos metros más arriba libre de
barro que nos permitió llegar sanos y salvo a Terroba y con las fuerzas
intactas.
Estábamos
en el punto más lejano de nuestra expedición y ahora tocaba retornar a nuestra
base. Para salir del campo gravitacional de Terroba teníamos que ascender una
dura cuesta de unos 5 kilómetros por pista y otros 2 por senda para lo que
íbamos a necesitar del apoyo de un motor supletorio que consistió en una leve
parada, un gel, dos traguitos de sales y para arriba.
La
ascensión por la pista es dura y la fuimos negociando a un ritmo constante,
porque en el espacio exterior las aceleraciones pueden costarte salirte de
órbita. La pista concentra sus desniveles más elevados en el primer kilómetro y
después de pasada la última portilla antes de llegar a la senda que nos lleva a
Peña Saida.
Allí,
pasada la portilla, empezamos la senda con unos toboganes muy duros al
principio. Pero todo el cansancio acumulado se nos evapora en un momento al oír
la transmisión del mensaje de apoyo que nos mandaban desde la expedición que la
NASA había mandado a nuestro encuentro (El Visir e Israel) y que a gritos nos
animaban “Venga matrakos!!! Que nos estamos quedando helados!!!”
Reunidos
los cuatro integrantes de la expedición nos dispusimos a emprender el descenso
a casa a través de dos sendas enlazadas; primero senda preciosa (que estaba
sublime) y, después, senda bonita (que también estaba mucho mejor que en
anteriores ocasiones). Pero antes de comenzar el descenso tuvimos que rescatar
al pobre Israel que, encargado de abrir y cerrar la portilla de acceso a senda
preciosa, se quedó en el lado equivocado observando, perplejo, como la portilla
que acababa de abrir le impedía el paso hacía nosotros.
El descenso
fue rápido y sin problemas, salvo el tramo de enlace (sobre todo el del pilón)
entre las dos sendas que estaba enciscado de barro.
En Nalda,
para nuestra sorpresa, estaba esperándonos una nave auxiliar (diseñada
especialmente para mediasrutas) que desde Cabo Cañaveral nos habían enviado
para darnos el último impulso y que había estado orbitando por la Luna de
Clavijo. La Nave Richie (que así se llamaba) nos trajo hasta Logroño en un
santiamén.
Según el
Ingeniero de la delegación pakistaní, Faisal Vitín, la nave, con todos sus
ocupantes sanos y salvos, aterrizó en el aeródromo espacial de Las Gaunas a las
14.05 horas, completando una nueva misión espacial con éxito para una mayOR
gloria de este grupo.
Eso es, eso
es todo amigos…
5 comentarios:
Una crónica excelente Toño y tenemos la suerte de que estés con nosotros, PORTENTO no hay mas que uno.
Rutón de los que no se olvidan y esta vez con mas razón: Deserciones, Disculpitas, Carretera y Cobardicas.
Israel y yo también sufrimos lo nuestro, no es facil seguir los pasos de las dos liebres que iban por delante y menos aun con lo que quedaba hasta el final.
Otro gran día de BTT y van....
Gran crónica, PORTENTO. Ruta para grandes bikers, si señor. Sois unos fenómenos.
Salud,
Barrancas
Toño eres grande.
¿Y hasta donde merece la pena la cuestión?
Toño, una crónica digna de tu gran ingenio, y a pesar que las haces en el trabajo, tienes un inmenso mérito, pues ambos sabemos lo que cuesta hacerlas.
Tenía un poco de remordimiento por meterme tanto contigo en mi última crónica, pero al leer la tuya y comprobar la caña que les das a personas tan queridas por mí, como Riñoncitos, Trini la Sudores y El Pakistaní, me alegro de haberlo hecho.
Enhorabuena a ti y a Pepe por terminar una ruta tan dura.
Un abrazo monstruo y a seguir dando caña con la pluma y el pedal, en los que eres un maestro.
Gran crónica Toño, peca un poco de autobombo pero se entiende que dedicando los demás la mitad de sus crónicas a hablar de ti, mal pero hablar, tú hagas lo mismo.
No no estoy de acuerdo con que no se me dejara terminar la ruta.
¡¡Qué más da una horita más o menos!!
Quien salga con prisas que no salga, un poco más de compromiso es lo que falta en este grupo
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