06 abril, 2018

La ruta de la muerte 2018 (22 Ciclistas)


30 de Marzo de 2018
Distancia: 49km
Desnivel acumulado: 1740mt
IBPindex: 146
Crónica por Fer(Vantes)

Ruta de La Muerte, y casi que lo conseguimos.

Victor, Diego, Pepe, Isra, Ricardo, Santi, Eduardo, Miguel, Toño, Jero, Ana, Enrique, Unai, Igor "Moncalvillo", Félix, Álvaro, Jorge, Fer, y hoy también nos acompañan Jordy, Santi, César y Óscar.


Las peñas que abrazan y angostan el pueblo de Anguiano: Mari Matea, Peña Reló, Pico El Águila, otras veces altivas y resplandecientes, aparecen hoy ante nuestros atónitos ojos, difuminadas y engullidas por una tenebrosa y amenazadora nube negra, que a modo de enorme tapadera, cubre el arranque del valle y el inicio de nuestra ruta. Esta siniestra figura, parece conseguir entrar en los vehículos en los que nos acercamos, atenazando y quebrantando nuestros frágiles espíritus aventureros, muy debilitados ya por el madrugón. Bueno…. si le llamamos la Ruta de La Muerte, tampoco podemos esperar que nos reciban los Zancos de Anguiano bailando. 

Alguno de los que nos vamos congregando en el aparcamiento del campo de futbol ha debido  rezar con más fervor que los Hermanos cofrades de Nuestra Señora de Los Dolores, cuando les cae una gota de agua en la nariz, justo antes de sacar el paso en procesión por las calles de Málaga, porque como por arte de “birlibirloque”, la nube  ya no es tan negra y hasta se empieza a ver un precioso  cielo azul.

Cruzamos el Najerilla y ascendemos las primeras rampas que nos sitúan en el camino que va a Matute. Como ya viene siendo habitual este año, tenemos que atravesar grandes charcos embarrados, pero todo termina cuando superamos las ruinas del Monasterio de la Granja y alcanzamos la zona de cultivos, mucho más soleada.

Grandes e idílicos campos de verde cereal se extienden ahora entre nosotros y nuestro destino. Únicamente las siluetas de los aún desnudos nogales, salpican la llanura por la que feliz y distendidamente vamos rodando y charlando, ¡pobres incautos!, desconocedores aún de los peligros a los que nos enfrentamos.

Al lado de la pequeña, pero coqueta iglesia de Matute, cogemos agua. Por las calles del pueblo salimos al monte y ascendemos por el recién allanado camino que lleva al repetidor y que nos situará en las cumbres de las imponentes peñas que separan Matute de Tobía.

Unas voces atronadoras retumban por los montes y sacan de su letargo a los aún adormecidos buitres. ¿Es la llamada de nuestro Muezzin particular a la oración, o simplemente la soledad y grandiosidad de estos parajes  han hecho perder el juicio a Vitín?  Menos mal que Alá, en su infinita sabiduría, le concedió un cuerpo excepcionalmente adaptado para la dirección de grandes grupos  cicloturistas, dotándole de espaldas resbaladizas, fuertes piernas con reductoras, y sacrificando el reprís pero potenciando el aparato fonador, algo imprescindible para que los “tontolabas”, que siempre van en cabeza y no conocen la ruta, se paren al oír tan impresionantes voces.

Nos agrupamos a la derecha del camino, en el collado Londeras, entre el cerro Peñalba y Peña Tobía.  A nuestros pies se desliza vertiginoso el barranco de Entrepuertas, un paraje de belleza sin igual en La Rioja y que parece haber sido cincelado en la roca por antiguos gigantes.

Arrimada al lado izquierdo del barranco, una sendita bien marcada, de una tierra negra, endurecida y bacheada, nos conduce vertiginosamente hacia el fondo de este escondido paraje. Este exigente terreno me da una lección magistral de la diferencia de conducción y sensaciones entre mi habitual “doble “y la “rígida” que llevo hoy, cortesía de nuestro siempre sacrificado amigo Diego. ¡Que los dioses no lo confundan y lo mantengan soltero muchos años para disfrute y beneficio del grupo!

Como cuando te sacan del cine directamente a la calle, salimos nosotros por una portezuela, aún alucinados de lo que hemos visto, y nos quedamos plantados en la carretera que va de Tobía al área recreativa El Rajao. Andamos un kilómetro por el entretenido asfalto,  hasta que a la derecha arranca el camino que nos llevará a los llamados Corrales de Ocijo. Estamos ahora más o menos a 700 metros de altitud, y llegaremos a los 1.100 en aproximadamente 4 kilómetros, de buena pero empinada pista. Ricardo, como siempre que se inicia una ascensión fuerte, se despide de nosotros como si fuese la última vez que nos va a ver la geta.


La belleza de estos hayedos y la frescura que les da el río Menesterio, nos da fuerzas para superar los primeros dos kilómetros de fuerte desnivel. El ambiente se reseca al cambiar de dirección y altura; las laderas más soleadas dan paso a los más calurosos robles, al mismo tiempo que la pista se va suavizando. Por fin llegamos a los corrales: cuatro piedras mal puestas pero con unas inmejorables vistas. Desde aquí distinguimos perfectamente el Collado Cervanco, con su imponente rampa de llegada, y que algunos recordamos con un cierto escalofrío. Mientras, Ana, respira con alivio al verla este año tan lejos.



Describir con detalle los 8 kilómetros que hay desde estas alturas hasta San Millán, resultaría largo y difícil para mí desgastada memoria. Sí que os diré que este recorrido nos introduce en un descenso por las intrincadas cabeceras de los arroyos Riocoja e Iruela, los cuales esculpen un terreno complicado para el tránsito y la orientación, si no fuese por el trazado y señalización del GR por el que vamos a ir.


Transitamos por pistas y enlazamos sendas, triscamos por las siempre empinadas laderas de los hayedos, pisamos nieve, descabalgamos algún tramo, atravesamos pequeños regatos, cambiamos continuamente de dirección, un pequeño pastizal por aquí, una cañada por allá, y por último, para poner la guinda a esta tarta que nos hemos comido poco a poco entre todos, nos lanzamos a recorrer el último tramo, que le podíamos llamar de “categoría especial”. Se trata de una senda amplia y rápida, con un peralte de tierra a ambos lados de un metro de altura y forrada de hierba. La sucesión de una curva tras otra, y la densa vegetación que cubre ambos lados, y hasta el mismo cielo, la convierten en un divertidísimo eslalon a través de un túnel de ensueño. Si le pudiésemos añadir hielo, no cuesta nada imaginarnos  bajando en trineo. Y desde luego que nos iría mejor que ir en bicicleta, porque las continuas ramas que salen a nuestro encuentro, nos obligan a bajar el cuerpo y la cabeza al máximo, en un escorzo casi imposible, sujetar con fuerza el manillar y esperar el impacto en el casco.



 Cada vez que me golpea una rama, no puedo evitar reírme para mis adentros, pensando en cómo va a poder pasar Alvarito, el pequeñín del grupo,  y que viene por detrás. Hasta parece que veo y oigo con claridad, uno tras otro, la secuencia de sus estilizados estiramientos, golpes y juramentos:  estiramiento.., golpe y juramento; estiramiento…, golpe y juramento. De repente, el túnel termina y la luz de una bonita mañana nos ilumina San Millán, Estollo y Berceo.


Más tarde nos enteramos que los hermanísimos Unai y Enrique han sufrido dos caídas,- una cada uno, claro-, ¿Pero es que estos dos no saben hacer nada por separado? Al parecer, a uno el barro y a otro una zarza, les hicieron dar dos revolcones importantes, - uno cada uno, claro -. Parece mentira que dos hombretones de la Rivera Navarra, acostumbrados a transitar por los grandes y variados bosques, tan cerrados que nunca entra la luz del sol, y que pueblan de norte a sur las fértiles tierras de Lodosa, vengan a La Rioja ha dejarse caer entre cuatro arbolitos de nada. ¡En fin!, a estos navarricos, en cuanto los sacas de cantar jotas no valen ¡pa ná !.

Por carretera y caminos llegamos a Villaverde. Comemos, bebemos y algunos se tumban al sol como  iguanas haciendo la digestión. La madre superior enseguida da por terminado el recreo, y como niños desganados que entran a clase, comenzamos el ascenso, que nos llevará otra vez a Los corrales de Ocijo. Vamos ganando altura poco a poco, pues debemos alcanzar la parte superior de la Muga que separa Villaverde de Matute. Llegamos al collado entre el monte “Santa Cruz” a nuestra izquierda, con la gran cruz que lo corona, y el monte “Franco” a la derecha (faltaría más), al cual nos dirigimos.



En este lugar el chiquillo empieza a lloriquear y nos dice que está cansado, que tiene sueño, que le duele la tripa….., y que quiere irse a jugar con su “Dron”, que hace mucho tiempo que no juega con él.  Por no oírle, su resignada madre Doña Victorina y su permisiva tía Ana convencen a su padre, el estricto Don Ricardino, para que le acompañe, no sin gran disgusto de éste, que tenía gran ilusión por hacer la ruta completa. No termina aquí la cosa, y el último capricho de este niño mal criado, es quitarme la bicicleta que me había dejado y endosarme la suya gorda. Por no tener un disgusto con sus padres y su tía, se la doy, pero no puedo evitar decirle por lo bajinis que, como no deje de llorar, le voy a dar dos soplamocos…., y que la cámara “Gopro” me la quedo yo.   


Para cuando me doy cuenta, ya están todos subiendo por la pista que nos llevará por la cumbre de estos montes, y que en este su primer tramo, se muestra empinada y con mal asiento. Y es aquí, donde de repente y sin venir a cuento, se produce la espectacular caída de nuestro buen amigo Pepe. Tras hablar con numerosos testigos presenciales y ofrecerles protección para conseguir sus testimonios, he de decir que no están del todo claras las causas del siniestro, y que las declaraciones se contradicen en un intento de explicar cómo una persona, con una técnica tan depurada, puede volcar hacia atrás y caer de espaldas “patas arriba”, en un terreno, que aun siendo exigente, no ofrecía excesiva dificultad.  Hay un testigo que afirma haberle visto discutir acaloradamente con Doña Victorina, por dejar marchar al chiquillo, y que mientras intentaba darle dos capones perdió el equilibrio. Otro testimonio asegura que preguntó por el nombre del monte al que estábamos subiendo y que al oír la respuesta de  que se llamaba ¡“Franco”!, no pudo reprimir un movimiento reflejo de alzar la mano derecha por encima de la cabeza, al mismo tiempo que bajaba los talones, en un intento de dar un taconazo imposible. La conjunción de estos dos movimientos, tan coordinados como innecesarios, unidos a la inclinación del terreno, desencadenó el desastre. No quiere este narrador que otros testimonios se queden sin ser  escuchados, por lo que se abre en la sección de comentarios, la posibilidad de que expreséis vuestras opiniones, tanto de esta como de las numerosas caídas acontecidas a lo largo de la mañana. Se advierte que no se dará mucho crédito al testimonio de la propia víctima, por considerarse periodísticamente poco relevante y de dudosa objetividad.

Durante tres kilómetros recorremos estos altos, enlazando con el camino principal que viene desde Villaverde y que nos conduce hasta el pequeño collado donde están situados los corrales. Desde aquí vamos a descender, no por la pista que subimos a primera hora de la mañana, sino por el divertido GR. 



Tres partes bien diferenciadas tiene este recorrido, la primera por el bosque, la segunda por praderas atravesando la Dehesa, y la tercera, más radical, se inicia con dos revueltas muy cerradas, para luego zigzaguear por los conglomerados rocosos de Peña Palacio, justo encima de Tobía.  A los que se les ocurrió entallar esta senda en la misma roca, bien por las prisas – la hicieron a ratos los domingos, antes de ir a la bodega a merendar- , o bien porque se  terminó el presupuesto, se les quedó a falta de poner la barandilla. También es verdad, que a los esforzados hombres que la hicieron, no se les pasó por la cabeza que alguien iba a bajar por estos riscos dando botes en bicicleta.



En una de las paradas que hacemos para disfrutar de las vistas, Santi , uno de los cuatro excelentes ciclistas que se  han unido hoy a nuestro grupo, nos cuenta que ha sufrido una aparatosa caída por culpa de una piedra que se le ha cruzado, y que Óscar, también ha dado varias vueltas por el suelo.  ¡Qué mañanita llevamos!

En la tranquila carreterita que nos lleva de Tobía a Matute, nos cruzamos con la procesión de Viernes Santo. Nos santiguamos y damos gracias por estar vivos  - de puro milagro -, y sin barro  - eso sí que es un milagro- . Jero se hace un selfie con el Cristo – el milagro es que no se lo hubiese hecho – y sin más entretenimientos, apretamos el paso y nos plantamos en Anguiano, que la tartera de los caparrones ya está humeando.

Inesperadamente recibimos la visita, de la madre y la tía de Jorge, las cuales no se deben fiar de los cortos y lacónicos informes de Roberto, el cual también les acompaña,  y quieren saber de primera mano con qué clase de hombres pasa tantos ratos su hijo. Rápidamente La Cúpula reorganiza  la mesa del restaurante y coloca a su mejores efectivos alrededor de la familia:
- A Santi lo ponemos justo al lado, que como no calla, así las distrae.
- A Alvarito lo ponemos justo enfrente, que es el único que no parece estar enfermo.
- Pon también a Toño, que alguna tontería se le ocurrirá.
-  ¡Ah! , y que se ponga también Fer, que por lo menos tiene algo de educación y compostura. Y va un servidor y se pone.
Hasta la próxima amigos.

Posdata: Nuestros mejores deseos para una pronta recuperación de Óscar, que al parecer tiene fisurada alguna costilla.




 FOTOS AQUÍ:

7 comentarios:

vitinbtt dijo...

Fernando no sé cómo no te has dedicado a la escritura en vez de ir a una fábrica a tomar café y ver pasar las horas, eres un CRACK.
Menuda ruta, muchas caídas, pero ninguna avería, nuestro mecánico particular no se tuvo que emplear a fondo y por eso nos dejó con la tranquilidad que da saber que no va a pasar nada.
Espero que todos los pasaseis bien ya que para mí es una gozada preparar esta ruta todos los años, aunque siempre se echa a alguien de menos también tengo que decir que cada año viene alguien nuevo. Muchas gracias por asistir y el año que viene nos volvemos a ver en La ruta de la muerte 2019.

Unknown dijo...

Un placer poder pasar una mañana tan buena y algo dura con vosotros,una pena no poder haber me quedado a comer.
Muy buena crónica Fer parece un libro

Anónimo dijo...

Como ya se acaban los calificativos para este erudito, mejor no digo nada.
La ruta como siempre, dura y excelente. De la compañía que voy a decir, lo mejorcito y de la suculenta comida que nos pusimos hasta las trancas y ( barrancas).
Salud,
Barrancas

Toño Pleitos dijo...

Fernando, aceptable crónica; literaliamente impecable, como siempre, con tu verbo florido, abundante uso de las figuras estilísticas y precisa utilización del calificativo.
Pero, Fernando, tienes que prepararte mejor la parte prosaica del relato, se ve que no conoces ni te has molestado en averiguarlo el terreno por el que transitamos. No has nombrado ni uno de los maravillosos parajes, pueblos, rios y ruinas que nos encontramos. Una pena!!!
Además, en la reconstrucción de la caída de Pepón, no has hecho mención al informe pericial que concluye que José Eugenio intentó imitar (aunque sin éxito) las famosas piruetas de Cifuentes para explicar lo de su NO-MASTER incluyendo el famoso salto mortal invertido.
La ruta como siempre una gozada (a posteriori) por que cuando la estás haciendo siempre conviven dos sentimientos encontrados; el goce por la belleza de los lugares por los que discurre y las ganas de que el sufrimiento por la dureza del terreno acabe pronto y dé paso a la ingesta de unos maravillosos caparrrones.
Vitín,felicidades por la ruta y recordarte -de parte de Ricardo- que le debes 400 metros de desnivel para la próxima.

Unknown dijo...

Fernando, no le hagas caso a Toño, es un envidioso, jejejejeje, bueno mejor dicho, la envidiosa soy yo, ya me gustaría....
Nos dejas el listón muy alto a los demás, menuda crónica, casi parece que en vez de ir en bicicleta, iríamos en carros tirados por caballería...
Al grano, la ruta una pasada de bonita, por supuesto un año más, no decepciona, la compañía fabulosa, mira si hubiera tenido que quitar algo, hubiera sido el viento en contra de vuelta....

Pepón dijo...

Buena crónica Fernando Álcala de los "alcalinos terreos de toda la vida". Muy bien detallada su orografía y muy bien descrita la terminología de los lugares recorridos, eres un artista del relato. Por ponerte algún pero, y sin acritud, creo que no debemos ensañarnos con las caídas de los compañeros porque lo único que conseguimos es que a la peña le de vergüenza caerse y al final no arriesguemos en ninguna situación, y más aun teniendo en cuenta que en la víspera de La Ruta de la Muerte tuvimos que desenredarte las "aneas" que tienes por "canillas" por la ostia que te "endilgaste" sin hacer ningún comentario al respecto y encima salvándote de los buitres que tienes como amigos y que no perdieron el tiempo en intentar retratarte, desagradecido.
Rutón de lujo, como todos los años y comida buena y a buen precio.
Otra gran jornada y van...

israelogro dijo...

Magnífica crónica Fernando da gusto leerte. La ruta una gozada, tan bonita como dura, gracias Vitín por prepararnos estás rutas inmejorables. Pero... ¡Cómo sufrí!