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Pues bien, hice una de mis habituales rutas saliendo desde casa (Fuenmayor), pero que, por los motivos que ya conocéis, no había podido hacer desde hace mucho tiempo.
La mayoría de la ruta coincide con parte de la famosa del Mantible. Salgo de Fuenmayor y por el campo de tiro de La Raposa me dirijo por todo el alto hasta la bajada de los almendros. Una de mis bajadas favoritas, por ser rápida, divertida, con un buen suelo, auqneu no exenta de sus peligros, sobre todo por la velocidad que se coge en ella. Aquí me surge la primera pega: El propietario de la viña por la que se pasa para acceder a la bajada de los almendros, ha cerrado el pequeño paso existente con todos los sarmientos de la última poda, y ha arado toda la finca. Todo hace que deba arrastrar la bici unos 500 m. Esperemos que el paso del tiempo, apelmace el terreno y vuelva a ser ciclable.
La bajada estaba ayer de cine, pues el terreno arcilloso estaba húmedo pero apelmazado, por lo que los tacos se agarraban con tentáculos. Hubo que sortear alguna rodera nueva, pero la bajé como siempre: gozando como un chiquillo.
Al llegar al observatorio, giro a la izquierda para dirigirme hacia El Cortijo, cruzando el antiguo camino de Fuenmayor a Logroño, pero me encontré con otro obstáculo nuevo. Han vallado todo el campo de prácticas de la Guardia Civil. Limpiando todo el contorno y creando un camino paralelo al vallado pero también cerrado con unas cadenas, y señales de camino particular. Si fuesen señales puestas por un particular, ya os imagináis el respeto que les tendría, pero puestas por la GC, bien me cuidé de respetarlas. Encontré, atravesando otra viña, otro rodeo al obstáculo y proseguí mi camino.
En la lejanía divisé a un par de ciclistas que también disfrutaban de la ventosa tarde. Los alcancé en la subida a las antenas del Cortijo, con lo cual me medio convencí que mi nivel físico no es tan pésimo como creía.
Un hasta luego y continué mi camino hacia las antenas y así pillar las dos trialeras que llevan al Cortijo. Las dos trialeras de bajada se hallan de maravilla y es una gozada bajar sus escalones, volviendo a gozar. Se ve que los moteros han dejado de destrozarlas.
A mitad de trialera encontré un buitre muerto. Me paré a verlo de cerca. ¡Vaya bicho! ¡Qué grande! Entre ala y ala mediría un metro y medio o dos. Impresiona verlos de tan cerca. Lo raro es que no se lo hayan comido sus hermanos.
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Ya se estaba apagando el día, por lo que fui dirección a Fuenmayor, bordeando el Ebro. Aquí es dónde me encontré el tercer obstáculo.
El Ebro está muy crecido, tanto que al llegar al túnel de “La boca del Ebro”, este se hallaba inundado, cerrándome completamente el camino. Justo en ese momento apareció un todo terreno, y al ver la profundidad de agua, se me quitaron las pocas ganas que me quedaban de seguir ese camino. Me hubiese calado entero.
Así que media vuelta y a volver a Fuenmayor por el otro camino. Al llegar a casa ya estaban todas las farolas encendidas y la noche casi echada.
Unos veintipocos kilómetros que me sentaron de maravilla. Ahora sólo me queda poder coincidir con vosotros en alguna de estas tardes.
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