EL LEÓN DE LA ELECTRO
UN PORTENTOSO RELATO DE
TOÑO PLEITOS
27 de junio de 2021
Distancia: 51km
Desnivel acumulado: 1115mt
IBPindex: 85
Crónica by Toño Pleytos
Tomás, Joserra, Rubén, Javi, Pepón, Felix, Vitín y Toño.
Érase un domingo veraniego, con calor, pero no excesivo, en el que se
congregaron 8 ciclistas allá, en el otro lado del Ebro, en las bodegas Franco
Españolas (¡¡¡Toño, en las Franco Españolas!!!) toda vez que el Visir nos iba a
llevar a hacer unas sendas nuevas cuyo track había descubierto en los arcanos
de internet.
El clima general de los que allí nos reunimos era el habitual; caras
de sueño, bromitas escatológicas, vaciles varios, con una excepción; José
Eugenio mostraba un semblante agrio mientras nos repasaba con su mirada llena
de desaprobación.
“Me parece que me voy yo solo. ¡¡¡No puede ser!!!
Seis eléctricos… me vais a sacar los ojos”
Así que todos los allí presentes tuvimos que hacerle mimos y
carantoñas para que depusiera su anti-eléctrica actitud y nos honrara con su
compañía en la ruta que daba comienzo.
El Visir nos guio, según nos aseguró, por el camino más corto para coger el inicio
de la senda de la prueba de Oyón. Dicho camino coincidía parcialmente con el
que, hacía pocas fechas, habíamos transitado para alcanzar el hipogeo de Longar
y, que nos dejó al pie de la localidad de Barriobusto.
Subimos la exigente sendita de salida de la mencionada localidad y
accedemos a una pista, salpicada por abundantes losas de piedra al modo de una
calzada romana, que nos conducirá al inicio de la anhelada senda.
La senda comienza, tímida, al lado derecho de la pista, tan tímida que
hay de mirarla dos veces para encontrarla, pero una vez que entras en ella,
como es de carácter juguetón y picaruelo, te hace empezar a enredarte en sus
continuos cambios de dirección, en sus curvas enlazadas, en su suave ascender
y, sin darte cuenta o dándote cuenta pero disfrutando, vas transitando su
sinuosa trayectoria, pasando por paréntesis relajantes como una finca de
amarillo cereal esperando a ser recogido y que desemboca en otro tramo de
pista, antes de la parte final y más
exigente de la senda,
En este tramo de pista pudimos apreciar los efectos de las lluvias
torrenciales, caídas días antes, en forma de montones de piedras o guijarros
que daba la impresión que habían sido allí depositados por algún lugareño con
su carretilla.
El tramo exigente, en esta ocasión, contaba con una dificultad añadida;
las zarzas, que con las lluvias habían alcanzado una considerable longitud y
que te abrazaban “amorosas” como queriendo que no terminaras tu recorrido y
abandonaras la senda con la que tanto te habías divertido.
Llegados a La Población repusimos fuerzas en la plaza de la iglesia y
ascendimos el duro repecho que nos deja en la entrada de la cara norte del
León.
Pasamos de una realidad en la que reinaba dolorosa claridad producida
por la luz de un sol que empezaba a castigar con fuerza y que se reflejaba en
las blancas piedras por las que ascendíamos a una especie de ensoñación, con la
luz apagada, casi a oscuras, en un ambiente húmedo, fresco y acogedor.
Pasamos de la doliente ascensión al gozoso descenso por unas sendas
nuevas, sin dificultades, y que permitían que el “flow” se apoderara de
nosotros.
El ciclismo es como la vida misma, las penas (o subidas) se nos hacen
eternas y las alegrías (o bajadas) no duran nada, pero te permiten rearmarte
moralmente para volver ascender porque sabes que cuando termines tendrás tu
premio.
En este caso, como casi siempre, es lo que sucedió: después de bajar
tocó subir primero por pista y después por una senda de inclinación exigente que
nos iba a llevar a la senda de los cazadores y el inicio del parque eólico
donde según el sagrado track habíamos de internarnos en la senda de Cañero.
La senda de inclinación exigente, a la que más arriba me he referido,
la encontramos gracias al dedo multidireccional de nuestro Gran Javier
Bartolomé que te indica una dirección y la contraria con total naturalidad
mientras nos decía “ahí, ahí está la senda. ¿Es que no la veis?”.
Bartolo, que hasta ese momento había guardado un perfil bajo,
resguardado entre las seis eléctricas de la partida, decidió tomar protagonismo
y mientras los demás nos dedicábamos a pasar la mañana montando en bici, él
decidió emplear su tiempo, además, en otras actividades más productivas,
mostrando su iniciativa y una clara actitud empresarial.
Así, mientras los demás bajábamos y pedaleábamos por la senda de
Cañero, él se detuvo a recoger un billete de 50 pavos que permanecía oculto en
medio de una curva, entre la vegetación y más adelante mientras los demás
rodeábamos un gran charco que se había formado y que parecía una piscina
olímpica, él decidió aprovecharlo para lavar a fondo su montura y no se “lavó”
el también por que la divina providencia no lo tenía así previsto.
Después de este paréntesis dedicado a la figura del día y llegados al
final de la senda de Cañero, Joserra (el componente más espigado de la famosa “I
Expedición Benasque”) nos mostró una sendita (que hemos pasado a llamar “de las
maderas”) que nace justo al final de la senda de Cañero, a mano derecha, senda
que también se debió realizar en su día para prueba de Oyón y que toma su
nombre de unos bancales reforzados con listones de madera en unas curvas un
tanto expuestas.
La senda no tiene excesivas complicaciones y es una alternativa
recomendable para evitar el descenso por la pista que baja hasta Labraza.
Al final de la citada senda de las maderas, fuimos alcanzados por
Ramón y su amigo Santi “el jabalí”, que nos acompañaron toda lo que quedaba de ruta:
pasando por Moreda, cogiendo el Camino de Santiago por la Papelera del Ebro y
subiendo el último repecho y, por lo tanto, el más odiado; el del Cementerio,
que pudimos franquear gracias a la visión que ya era recurrente en nuestro
magín; la de los huevos con jamón acompañados de una buena pinta o de
refrescante tintorro de verano.
Esto ha sido todo, hasta la próxima amigos y ruego vuestro perdón, que
no merezco, por la tardanza en escribir estas líneas.
4 comentarios:
La verdad es que da gusto leerte Toño.
Te perdono la tardanza porque solo te ha costado 40 días hacerla, si hubiesen sido alguno mas no se yo....
Creo que disfrutamos por las sendas que no conocíamos del Leon Dormido y también con la que baja desde la del Cañero, un buen descubrimiento.
Acostumbrados como nos tienes a no dejar meterte la rueda esta tardananza me parece excesiva pero seguro que estará bien fundamentada y la crónica merece su espera no me ha gustado tanto como la de pepon pero vas por buen camino
Toño ya sabes que me gusta ser sincero y debo decirte que después de cuarenta días de demora me esperaba mucho más. ¿Qué te ha ocurrido?. Me ha dado sensación y más conociendo tu capacidad que nos has colocado una crónica de aliño para pasar el trance, aún así no te ha quedado mal pues como a Messi en la cancha difícil es que te salga un día malo con tus artes literarias, no así con tu montura ya que con tus patinetas nos amuelas los recorridos casi el 100% de las mañanas.
Otra gran jornada y van...
Buena crónica, Toño. Hay que repetir esa ruta, que me la perdí
Publicar un comentario