13 de
Septiembre del 2015
Distancia:
73km
Desnivel
acumulado: 1347mt
IBPindex:
115
“Bucesta, la aldea olvidada”
Otra vez
llego el último a la gasolinera pero con la excusita ya preparada: He tenido
que esperar a que abriesen el horno para comprarme esta exquisita ensaimada
recién hecha. No me dejan comérmela tranquilo, yo en venganza mi les ofrezco,
me amenazan con cobrar un euro a partir de ahora al que llegue tarde, yo no
llego tarde - les rebato - sólo llego el último. ¡ Mierda de grupo!, que hagan
como en mi empresa, que pagan un plus mensual por puntualidad. ¡Veintisiete
años llevo sin perderlo.!
Vamos por
Alberite a Ribafrecha, cogemos la carretera a Ventas Blancas y enseguida
atajamos por unas empinadas rampas mal
asentadas. Dos minutos de conducción técnica y salimos otra vez a la carretera,
para rápidamente coger el primer camino que sale a nuestra derecha. El firme no
es malo y me permite ir fijándome en los
numerosos y ya resignados almendros, que preñados de sus duros frutos, se
preparan para recibir en agradecimiento por ellos, unos cuantos varazos.
También las
viñas por estos lares parecen recelosas
de dar sus frutos, y son aquí más pequeñas y achaparradas que en la Rioja alta.
¡Qué se jodan! y ¡ que agachen los riñones! parecen estar diciendo.
Este camino
nos enlaza con la pista que sube hasta Cenzano, la que llamamos de Los almendros, y que
normalmente hacemos de bajada. En esta ruta nos toca subirla, una pequeña
diferencia sin apenas importancia para Santi y Pepe, que se debieron perder la
clase en la que explicaron la diferencia entre subir y bajar. Se emparejan cual
biga romana, o para los que no hayan visto muchas películas de romanos, como
una yunta de bueyes, que con su ritmo persistente y acompasado hacen que la
subida se haga más larga y pesada que la infancia de Heidi. Menos mal que me he
comido toda la ensaimada yo solito - pienso mientras me río para mis adentros-.
Poco antes
de llegar a Cenzano, entramos a la
izquierda en una pista un poco más estrecha y peor conservada, que nos va
trasladando a otro valle más angosto y mucho más desolado. Los pinos de
repoblación dan paso aquí a las jaras, cuyo perfume embriagador ya no nos abandonará.
Atrás divisamos Santa Cecilia, abajo el río de Santa Engracia, en su otra
orilla unas laderas rocosas terriblemente empinadas y ralas de vegetación
separan esta angosta cuenca de la del río San Martín. En esta ladera, divisamos
una sinuosa y marcada senda, que aprovechando una zona menos escarpada asciende
a la línea de cumbres. Le decimos a Vitín que la investigue en sus lunes,
martes, miércoles, jueves o viernes “endureros” , ahora que no sale entre
semana con la cuadrilla. -Como diría el mismo-
¡Qué pena!
Paramos en
una pequeña fuente, cuyo agonizante hilo de agua nos hace formar en fila para
llenar los bidones ya vacíos. Una bañera, de las de bañarse de toda la vida,
pero sin alicatar, hace las funciones de pilón. Si hubiese estado aquí alguna
de nuestras madres no nos dejan beber sin pasarle antes el estropajo.
Un aire
limpio y frío nos viene a recibir ahora, e inesperadamente nos encontramos con
Bucesta y con sus pequeñas casas de mentira acunadas en una también pequeña
ladera del monte. Un monte que aquí parece hacerse también pequeño a nuestra
vista, pues estamos tan metidos dentro,
que solo vemos el regazo en el que las adormece. De repente, por una de sus empinadas
calles, vemos bajar un tropel de chiquillos de todas las edades, los más
pequeños llevan los mocos colgando, como
si los continuos juegos no les dejase
tiempo para quitárselos, algunos van descalzos, otro se ha dejado una de las
alpargatas por la cuesta, la mayoría en
pantalón corto y protegidas las rodillas por una gruesa capa de roña, que dan
ganas de sacar otra vez el estropajo. Sin parar de hablar ni de moverse nos
rodean, y con los ojos bien abiertos tocan las bicis, se hacen gestos y muecas
entre ellos, señalan con admiración el jabalí de nuestra espalda… Dos mozas que tienden la ropa nos miran sin
parar de reírse, un receloso mozo pone con calculada parsimonia los aperos a un
mulo, sin quitarnos la vista de encima. Tal vez todo esto hubiese ocurrido de
haber recalado en esta pequeña aldea hace cuarenta años, pero la realidad de
este domingo es que el silencio y la soledad más absoluta invade y oprime este
lugar. Las casas y calles mantienen desde hace muchos años una feroz batalla
con las zarzas y las hiedras que las ahogan, pero que con sus fuertes
abrazos parecen también ser el único
sustento que las mantiene en pie. Los tejados hechos de losas, las puertas de
madera toscamente tallada y las ventanas
diminutas para no dejar pasar el frío del invierno me trasladan a los duros tiempos que les tocó vivir a sus
pobladores, que aislados del mundo no hubiesen entendido como una cuadrilla entera,
con todos sus miembros ya entrados en años y aparentemente en su sano juicio, pueden permitirse hacer tamaños esfuerzos sin
ninguna razón ni entendimiento.
Nos hacemos
la foto de grupo debajo de un endrino con unos frutos espectacularmente grandes
y seguimos el camino que por la parte baja del pueblo comienza ahora una dura
ascensión. Un frondoso bosque de robles invade esta parte alta del monte y no nos abandona hasta llegar a una bonita y
llana cumbre. Santi nos dice que en la
subida le han salido ciervos, corzos, jabalís… no nos queda otro remedio que
creerle, pero en un juicio, ni el más prestigioso y afamado abogado Toño “Pleitos” hubiese podido hacer nada en su
defensa, al no poder presentar ningún testigo.
Después de
reagruparnos y cuando vamos por el “que”,
de la frase “¡que bonito! Ya estamos
tirando para abajo en busca otra vez del valle de Cenzano, pero por otro sitio
distinto al que hemos venido. Aparecemos cerca de la dolina de la Covaza, accedemos
a la pista que comunica Cenzano con Soto
y cogemos un ramal que sale ascendente
hacia el norte. A ojo pueden ser unos 700 metros de un empinado camino, sin curvas, que va de
menos a más y que va dejando nuestras fuerzas de más a menos, Un último
esfuerzo nos hace superar a duras penas la
rampa final de piedrilla muy suelta que nos eleva a un espléndido mirador situado en lo alto de la
llamada muralla de Cenzano, lugar privilegiado para divisar los arranques del valle del Leza y un majestuoso y poblado Valle del Ebro.
Santi, “el
eléctrico”, me mira , y esta vez ni nos molestamos en decir ¡que bonito!, pues otra
vez nos pillan desprevenidos y volvemos
a ser los últimos en la arrancada, mientras los demás ya se han lanzado como
posesos por la pista. Poderse se puede bajar bastante rápido, pero…. ¿se debe?... A mitad del descenso y pasado un
tramo de sueltas y afiladas piedras, nos encontramos con la respuesta a tan
difícil pregunta; dos integrantes del grupo intentan a base de espuma y aire arreglar
una cubierta rajada, a la vez que mantienen esta amena conversación, o mejor dicho
monólogo: ¡ Eres tonto ¡ - mira que te lo digo mil veces - ¡protege la
mecánica! ¡protege la mecánica! ¡en cuanto me descuido bajas la tija y pierdes
el conocimiento! ¡pero que tonto puedes llegar a ser! ¡bajas que pareces una
vieja restregando la pocha por el suelo! ¡ so tonto! ¿Adivináis qué dos personajes
pueden ser?. Es bastante fácil, yo no digo nada.
Al final de
la rápida y traicionera pista, nos espera otro integrante del grupo silbando y haciéndose el distraído, pero con una
rodilla sangrante que lo delata. Todos juraríamos ante un juez que se ha
caído, aunque realmente ninguno lo hemos visto. ¿Adivináis quien puede ser? ;
es bastante fácil… yo tampoco digo nada.
Cogemos
ahora la Cuesta de la Sal, que gracias a Dios hoy nos
toca bajarla. Aparecen sus tramos altos completamente descarnados por la
acción del agua, que junto a la dificultad en las frenadas y su fuerte
inclinación, nos transmite sensaciones tan desconcertantes y disparatadas que nos
hace penar que incluso un OR no es capaz de subirla. Esto hace que un integrante del grupo, que por cierto, aún
tiene suspendida la geografía de la EGB, no llegue a reconocerla. ¿Adivináis
quién puede ser? , empieza por L … y yo sigo sin decir nada. He de confesar que yo tampoco me di cuenta que bajaba por La
Cuesta de la Sal y seguramente de haber estado nuestro amigo Javi Bartolo,
hubiese también jurado sobre los Evangelios que él no había bajado nunca por
aquí.
Cruzamos el
Leza por el siempre bonito e imponente puente de Laidiez, giramos a la derecha y
entramos en Ribafrecha siguiendo la acequia que va por la orilla izquierda del
río, ciclando por encima de uno de los
laterales del hormigonado y rugoso cauce,
poniendo a prueba nuestros nervios y nuestro equilibrio. Pensando en que la
enfermería ya la tenemos llena y que necesito alguno de mis dedos para hacer la crónica, decido no arriesgar en un
último paso húmedo y traicionero. El
camino hasta Logroño lo hacemos, como de costumbre, a buen ritmo, para no dejar
que se enfríen unos huevos fritos que ya nos deben estar esperando impacientes.
Termina aquí
una bonita y dura travesía por las también duras tierras de nuestro querido
Camero Viejo. Una ruta que según me han contado los viejos del grupo no se
hacía desde el año 2013 y que yo entonces me la perdí. Tocará hacerla otra vez
en el 2016, y espero que para entonces sigamos teniendo ánimo y piernas para
llegar a Bucesta y mantengo la esperanza
de que esta aldea no pierda nunca la batalla contra las zarzas, las hiedras y
el olvido… y poder oír otra vez la voces de los chiquillos bajando por sus
calles , y sentir como eternos adolescentes las miradas de sus mozas.
Posdata: Esta crónica la dedico a nuestros pupas más ilustres del momento: Roberto
Matute, Javi Bartolomé, Félix de Marcos, Ildefonso González, Ricardo Perrella y
José María Elías,” la boa empachada”. ¡Dejaros de tontadas y empezar ya a
trabajar!, entre lisiados y jubilados vamos a quedar cuatro idiotas pagando la
seguridad social.
También se la dedico a nuestros guías José
Eugenio Montalvo, Victor Troya y Santiago Sainz, para que sigan pensando que
sin ellos la cuadrilla se perdería por
el monte y que todos sus miembros pereceríamos
irremediablemente de sed y de hambre, incapaces de encontrar una fuente
o de distinguir un gamo de una lechuga, y para que no se desanimen en la organización de
estas maravillosas rutas, pese a tener unos
alumnos tan torpes y sin compromiso alguno.
MAS FOTOS AQUÍ:
4 comentarios:
Gran crónica Fer, muy bien redactado todo, pero excelente lo del pueblo abandonado.
Hubo muchos que ese domingo rompieron la disciplina de grupo, que si disculpitas, que si rutitas etc etc. luego cuando están solitos no saben donde ir ;-)))
Dios tio que grande eres.Por la gente como tu si que merece la pena que sigamos haciendo lo que hacemos.Muchas gracias Fernando Alcala de los alcalino terreos de toda la vida. ENORME
Caramba Fer, cada vez me recuerdas más a Delibes. Qué amenas tus crónicas!
Anduve perdido toda la mañana, pero la única cuesta que reconocí fue la de la sal, no como tú.
Luis.
Espléndida crónica Fernando!!! Darte las gracias porque por joyas como esta engrandeces el Blog y, por un pálido reflejo de tu excelsa brillantez, nos iluminas un poco al resto del grupo de descerebrados que te acompañamos en las salidas domingueras.
Inco mi rodilla en el suelo, riego con mi sangre oscura la fértil tierra riojana y, humildemente, me pongo a tus pies.
Fdo. Un Admirador sin juicio.
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