Urbasa 2014. ¡¡Ya viene, ya!!
26 de octubre de 2014
Distancia: 40 km.
Desnivel acumulado: 620 mt.
IBPindex: 34
Crónica por Juan “Epi”.
La excusa.
Hacía tiempo que no escribía para el blog de los ORdanzas
(ni para nadie); prácticamente desde que éste registraba 175436 visitas. Así
que, para esta ocasión, solicité la ayuda de mis musas. A mi llamada no
acudieron ni musas ni pocas. Al parecer, mi inactividad “epistolar” hizo que
emigraran hace tiempo a plumas más prolíficas. Por lo tanto, escribo esto con
la única neurona que “dicen” tenemos los humanos del género masculino. La mía,
además, deteriorada.
Los previos.
La “inscripción” a última hora de una biker hizo que me
replanteara mi equipación. De todos es sabido que uno de mis anhelos, que
siempre recordaba e imploraba una y otra vez a mis “compamigos” de ORdanzas,
era que ¡¡cuándo cojones iban a traer una chica al grupo!!. Y mi sueño estaba a
punto de cumplirse.
Yo que soy algo presumido, nada más conocer a través del
correo electrónico su presencia, me surgió la misma pregunta que le hace una
tanga a otra: ¿y mañana qué coño me pongo? Podía ir con la equipación oficial de
ORdanzas o, más apropiado, de Ágata Ruiz de la Prada. Opté por esta
última: un discreto maillot de tonos apagados con predominio de “los grises”
(los policías no, los colores). Así, discreto, no llamaría la atención.
La hora de quedada era a las 07:00 a.m. en el Seminario, así
que tocaba madrugar. Afortunadamente el oportuno cambio de hora de esa misma
madrugada hizo que esto no fuera tan traumático.
Pasados unos minutos de las seven, una vez hizo acto de
presencia la ragazza y su Cía., y repuesta la peña del shock que les supuso
verme vestido de esa de guisa (de Prada), salimos del Seminario “ordenados”
como adelantó el organizador unos días antes.
El viaje.
El Camping de Urbasa está en Urbasa. Quizás este detalle
puede parecer baladí, pero demuestra el ingenio y la rapidez de reflejos del
propietario al ponerle nombre a su establecimiento. Éste (el camping) se
encuentra a unos 80
kilómetros de Logroño, que es prácticamente la misma
distancia que hay desde Logroño hasta
allí. Durante el trayecto amenicé y amenacé a mi copiloto con música variada de
Pink Floyd, Chayanne, Pecos, Ana Belén, etc. y etc., mientras que éste me daba palique
y, de vez en cuando y sin malicia (supongo), me tocaba la pierna derecha
depilada, al igual que la izquierda, dos días antes. Ese inocente, fugaz e
inocuo contacto (sin transferencia de fluidos) no impidió que mi libido se
despertara de su letargo y llegara al Camping con la tienda de campaña montada.
Allí decidí cambiarme de equipación. Como nunca se sabe dónde y cuándo va a “saltar
la liebre”, siempre acostumbro a llevar en el coche unos Manolo Blahnik para
regalar, unos preservativos con sabor a tutifruti (caducados) y una equipación
completa de los OR. (el culotte debajo de unos vaqueros ajustados produce un
efecto óptico valorado positivamente por las miradas lascivas: te marca más
paquete y te sube un poco el culete). Al parecer en mi último escarceo olvidé
reponer el maletero y no me quedó más remedio que ponerme lo primero que pillé.
La ruta.
Empezamos con un frío del carallo pero poco a poco fuimos
entrando en calor. El sitio es espectacular: un paraíso (pero no de los que los
Pujol y otra fauna de su especie están acostumbrados a depositar sus ahorrillos).
Sendas, pistas, tramos pedregosos, ramas y más ramas, praderas empapadas de
humedad, etc., etc., se intercalaron a lo largo del recorrido bicicloturístico.
Solo faltó en este bucólito escenario que en cualquier momento aparecieran
Mary, Laura y Carrie bajando descontroladas por alguna de esas praderas,
acabando la pequeña de los Ingalls rodando por ella.
En un par de ocasiones nos desviamos de la ruta para
observar en primer lugar un Dolmen y, después, unas formaciones rocosas muy
curiosas ubicadas en un sombrío hayedo.
Desde el punto más alto de la ruta tuvimos unas vistas
impresionantes. Si te ponías de puntillas casi se llegaba a ver cómo rompían
las olas en el espigón de Lekeitio.
Algún despiste y error en la interpretación del track, cosa
rara en este grupo betetero, hizo que tuviéramos que saltar alguna valla. No
era posible pasarlas por el medio pues la proximidad de sus alambres espinosos entre
ellos las convertían en eficaces vallas anti-tripas.
Mediado el recorrido el organizador del evento nos tenía
reservada una grata sorpresa. Conocedor de que a estas alturas de tan exigente
ruta nuestras piernas estarían ya agarrotadas y machacadas de tanto pedaleo por
esos tramos pedregosos y extensos pastos que, como bien dijo un compañero,
hacían el efecto velcro con nuestras cubiertas, decidió “acertadamente” obsequiarnos
con una larga sesión de fangoterapia. Detalle éste que todos le “agradecimos” a
él personalmente y a su familia con el pensamiento.
Algunas de las inundadas roderas que aderezaban este
particular Spá tenían tal altura que se podría hacer en ellas el próximo
campeonato del mundo de clavadistas. Comprobé que varias hacían hasta eco.
Solventado este terapéutico tramo, procedimos a regresar “ipso
facto” a nuestro lugar de inicio pues las prisas arreciaban a algunos.
Las averías y caídas.
Mencionar que, afortunadamente, en este capítulo hay poco
que mencionar. En cuanto a averías un pinchazo y poco más que se solventó
siguiendo estrictamente el protocolo establecido para no caer en errores de
antaño: ¡¡jorder!!, ¡¡me cago en la puta!!, ¡¡tira y calla!!, ¡¡métele un poco
de espuma, cojones!!, parece que pierde aire, ¿quién, la rueda?, ¡¡no, mi
culo!!, ¡¡acabas antes poniéndole una cámara!!, ¡¡si ya lo decía yo!!, etc.,
etc., etc.; y, por lo que respecta a las caídas solo reseñar un par de salidas
laterales de la bici sin que el glúteo ni ninguna parte del cuerpo llegara a
tocar suelo, por lo que no puntuaron.
La comida.
Nos asombró la rapidez del servicio de camareros/as tanto en
la barra como en el comedor del Bar-Restaurante de este alojamiento turístico
llamado Camping. Para cuando nos sacaron el primer plato ya nos habíamos comido
tres cestañitos de pan y esnifado las miguitas. Nos empezamos a preocupar un
poco, pero solo un poco, cuando nos enteramos que los comensales de la mesa de
al lado habían entrado a desayunar a las 9 de la mañana y seguían allí, a las 3
de la tarde, esperando que les sacaran la mermelada.
Cada vez que alguna de las camareras salía de la cocina
cargada de platos esperábamos que éstos fueran para nosotros; y con ojos
espectantes y el estómago gruñendo nos decíamos: ¡¡Ya viene, ya!!, pero tristemente
descargaba su nutritiva carga en mesas de otros clientes. Afortunadamente esta
escena “solo” se repitió unas 35 veces, más o menos.
El condumio estuvo aceptable y sobre todo abundante, tanto
es así, que nos permitimos el lujo de tirar algo al suelo para que se
alimentaran los pajarillos y otros bichillos que pululaban por allí.
Menos mal que habíamos acordado el menú, que por eso quizás lo
único que respetaron de lo pactado fue el precio. Lo que menos nos gustó, no
obstante, fue el precio de las veintitantas cervezas que nos tomamos entre
todos. Por este motivo salimos de allí escopeteados y por la puerta falsa.
Los asistentes.
Salvo un intruso que se coló en la ruta, que nadie le
conocía ni le invitó, decir que disfrutar de la compañía de esta gente no lo
paga ni Blesa con una tarjeta ORpaca.
The end (el fin).
Sin duda acabé satisfecho de volver a ¿pedalear? con esta
buena gente a pesar de que terminé con mi cuerpo sin que quedara un centímetro
cuadrado sin arañazo. Porque mi mujer sabe que fui con vosotros que, sino, bien
hubiera podido pensar que llegaba a casa después de pasar un día de orgía y desenfreno
con la mujer araña o con la madre de Andreitacómeteelpollo, que también debe de
ser una fiera.
4 comentarios:
Que decir de la crónica, como siempre, GENIAL, eres un auténtico plumilla.
Cuando se va con Tate, ya se sabe, Tateaventura, esta vez toco terapia de barro.
Juan, creo que el pequeño Nicolás no se coló, mas bien pienso que lo llevaste tu, en todas las fotos que sale está contigo, tu eres su valedor.
Gracias Víctor.
Por otra parte, sería injusto nos agradeceros a David y a ti el buen trabajo de photoshop que ilustra esta crónica.
Saludos,
Juan
Gran crónica, Maestro!!! Después de obsequiarnos con esta pequeña delicia, nos queda el regusto amargo de que no lo hagas más a menudo (no solo croniquear sino, incluso, compartir más salidas)Por otra parte, has conseguido que rememorara sensaciones hace tiempo perdidas como las que me producían las ingles de las ingalls (con lo de las ingles, me refiero al sobaco de la entrepierna).
Felicitar también a los de los "efectos especiales".
No quiero olvidarme de Tate, que nos obsequió con una ruta rica en texturas; el efecto velcro de las praderas, el crujiernte de las ramas, ramitas y hojas, el fluido y viscoso del fango. En fín, Tate has hecho honor a la fama que te precede.
Gran ruta, gran crónica y espléndida compañía!!!
......y a Dieguito por el vídeo.
Juan.
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