18 noviembre, 2018

XXIX Travesía del Mantible 2018



4 de noviembre de 2018

Distancia: 54km
Desnivel acumulado: 946mt
IBPindex: 85



Crónica por Pablito




Noviembre. El carretero común (“Carreterus comunus”), figura que ostenta mayor variedad de grupos ciclistas con creciente asiduidad; debe, por ser un aspecto intrínseco en su especie y al igual que otros tantos individuos, migrar a regiones donde el clima lo acoja con mayor delicadeza. El tiempo arrecia y esta delicada especie no sería capaz de sobrevivir a un entorno tan hostil durante los meses de invierno. Ante la imposibilidad de abandonar su zona habitual de entrenamiento, el carretero común valora otras posibles alternativas, entre ellas una tímida, escondida y protegida (por las motas de polvo de alguna aventura anterior) montura. Entre destellos verdes y amarillos, con un contorno más amplio, asoma a través de un largo pasillo. Una de esas miradas recíprocas y de aire ambicioso terminan por poner fin al largo periodo de espera que lleva aguantando la querida BTT. Vuelve a la naturaleza. En sus primeros días, el carretero común logra superar la escasez de fluidez sobre su nuevo corcel y poco a poco esta nueva modalidad consigue hacerse con él. Ante esta manifestación de la realidad en que todas las temporadas coinciden, un servidor vuelve a encontrarse con la grupeta con la que comenzó.
                4 de noviembre.
9:00am. Sin duda llevaba unos días realmente complicados. La sagacidad desproporcionada, quién sabe si por edad o por pura pasión a dar pedales, había sido interrumpida tras varios días de estudio. Junto con esto, un celestinesco ciclista al que tengo mucho aprecio había insistido el número de veces suficientes para convencerme en ir a la ruta del Mantible, ruta con la que empezó mi breve historia ciclista (si así puedo atreverme a llamarla), y acompañando al joven grupo que apenas consigue mantener un nombre inteligente. Tras unos instantes de indecisión y por la causa del Niño, dejé atrás la cama para poner rumbo al Ayuntamiento, donde me inscribí para gozar de un día de sendas en compañía de grandes amigos y conocidos de este mundillo.
10:00am. Tras un breve discurso durante el que estuvimos más preocupados de la rectitud del casco y de hacer todo el postureo posible, la organización dio la salida neutralizada hasta el cuarto puente. Una vez allí y haciendo caso a esa parte del ser humano reflejada en el tubo superior de mi montura, no pude relajar el pie por menos que me intentaba convencer de que a pesar del dorsal, no era momento de hacer alardes. Son malas fechas. Comprobado el ambiente que se respiraba en cabeza y tras aparecer la cordura de manera repentina, las dos liebres que quedábamos del grupo decidimos esperar a los otros dos y disfrutar del ambiente de una prueba no competitiva. En esto, los cuatro nos juntamos con los OR y é aquí la explicación de este escrito, a orden del tan respetado dedo apuntador del caballero asiático. Como digo, la ruta no empezó de una forma tremendamente interesante, esto se acentuó conforme recuperamos la compañía de los otros integrantes del grupo y con la cuadrilla, que a pesar de las circunstancias me seguirán viendo crecer como deportista.

Avanzando por el camino que cumbrea la parte de arriba de la carretera del Cortijo, nos aproximamos poco a poco a las primeras sendas del día, siendo precedidas por la conocida Cuesta de los Cerdos, que como todos los muritos que tanto gustan a los escaladores pone a cada uno en su sitio y hace que encuentres el grupo adecuado (porque tampoco te queda otra) para completar la salida. A pesar de las lluvias de días anteriores, el terreno se encontraba en perfecto estado, incluso para los rígidos carreteros, que pudimos hacer pequeñas exhibiciones en ciertas sendas rápidas las cuales más adelante terminarían siendo rebajadas por aquellos que habitan en el lado más oscuro del MTB, donde los vatios pasan a voltios. Tras completar las dos primeras sendas, llegamos a la senda de la Torre, donde hubo ciertos tapones pero pudimos bajarla completamente sin ningún altercado reseñable. Alcanzamos de nuevo la pista que habíamos ciclado previamente para dirigirnos a la Trialera del Cortijo, donde se me aparecieron las voces de mi maestro descender Víctor Llop, como si del mismísimo padre nuestro se tratase: “Izquierda, derecha, escalón, suelta, va, dale, cuidao´,…”. Las malas lenguas hablan de un reclutamiento por parte de la Marina de Estados Unidos, a orden de la secretaria Mrs. Aitana, donde tiene terminante prohibido volver a ejercer como comandante cherokee de las sendas. Pronto un servidor volverá a la escuela.

Pasado este tramo donde se volvieron a repetir ciertos tapones, llegamos al mismo pueblo del Cortijo para encontrarnos finalmente con los OR y completar la ruta hasta sus últimos términos. Las sendas se iban sucediendo con ágil cadencia y poco a poco íbamos alejándonos del pueblo abrazado por el río Ebro. Poco a poco nos acercábamos a Fuenmayor, atravesando pistas llevaderas con repechos cortos donde el grupo se fragmentaba un poco, aunque bastante más compacto que en anteriores ocasiones. En estos momentos, uno va feliz. La única obligación es la de disfrutar de la compañía y de un día de cicloturismo por los alrededores. Pero, como se suele decir, no es oro todo lo que reluce. En el trayecto, llegó a mis oídos uno de esos nombres que recuerdas durante un tiempo: “Lo Imposible”. “Gran película.”- Pensé inocentemente. Lo que no me esperaba y de lo cual no me percaté, es que en este caso quien la había mencionado no era un gran cinéfilo, sino más bien era quien había delatado al muro que conseguiríamos escalar, haciendo que sus malas intenciones de hacernos poner pie a tierra tuviesen (o no) lugar al menos tras haber sido avisados. En su comienzo todo parecía estar controlado, cemento. Las ruedas traccionan y las fuerzas todavía disponen de una buena reserva para completar una ascensión de este tipo. Pero esto, sólo ocurre en carretera. Rondaba en mi cabeza cierta confusión: “Esto me suena… ¿Hemos ido por aquí alguna vez no?”-“sí, aquel día.”-“buah…”. En estos casos no sé si es mejor que te recuerden lo que queda por delante. Aun así, llegando a la zona umbral en la parte más complicada de la subida y con casi todo el desarrollo, ciertos integrantes del grupo, Marqueses no reconocidos, gregario y líder, portentosos (al menos uno de ellos), consiguieron conquistar la subida. No puedo olvidar a los eléctricos, que también conquistaron la cuesta, pero con alguna ayuda extra. Insisto, nuestro esfuerzo supuso, al menos para un servidor; el otro, con su treinta y cuatro no tuvo gran problema (incluso debería poner un treinta y seis, y quizás depilarse también…).

Tras esta ascensión continuamos rodando por los caminos hasta llegar a Fuenmayor, donde esperamos a reagrupar. Una vez llegamos todos, seguimos la ruta marcada y tras un breve llaneo volvimos a subir, esta vez por una cuesta de grava demasiado pestosa y de mucha fuerza si se quiere ir rápido. En este punto de la ruta, me distancié del grupo, con la excusa de que mi manillar estaba algo girado en relación a la rueda, o eso fue lo que le dije a un creciente (en algunos sentidos) tolosano Antonio Andrés para evitar revelarle que en cada salida logra, gracias a sus portentosas dotes innatas, desfondarme tanto subiendo como en los descensos. El que vale, vale.
                Alcanzado de nuevo el grupo, la ruta va llegando a su fin, pero todavía queda la parte más divertida de la ruta: La Favorita. Sinceramente esta era la gran motivación para mí aquel día, punto de inflexión y de comprobación de mi depurada técnica carretera. Llegados a este punto, y como siempre suelo hacer, confié la trazada en Félix, alias Sancho El Eléctrico, por razones de fisonomía. Así Sancho y un joven Quijote, descendieron la senda disfrutando como niños, seguidos por la moto Saúl, los tres recortando a los que estaban por delante, y un servidor recuperando la confianza de nuevo. Como todo en la vida, estos pequeños momentos solo duran un instante, o al menos eso nos parece, aunque de esto se componen los grandes deportes, de pequeños grandes momentos de felicidad.


                Después de la senda, conseguimos dominar otro de los grandes muros de los alrededores de Logroño, esta vez sin dificultad técnica pero de un porcentaje de vértigo. Tras esta corta pero intensa prueba, entramos en la senda de Valdegastea, donde el disfrute volvió a ser protagonista, aunque esta vez no tanto, y ya en este punto la estrecha trazada desembocó en Logroño, punto donde volvimos a reagrupar para hacer la foto de grupo y donde nos dieron un chocolate caliente, que aunque no hiciese mucho frío siempre se agradece. Y así, de esta forma tan rápida se termina una salida divertida e improvisada en cierta medida. Muchas veces ciertas expectativas nos hacen olvidarnos de los pequeños detalles, y algunas creencias y obligaciones nos apartan de unas rutinas para que otras dominen las semanas. Sea cual sea el camino, los pequeños detalles forman a grandes ciclistas, detalles tan importantes como disfrutar de cada salida, sin presiones, rodeado de buena gente y sin olvidar los orígenes.






6 comentarios:

vitinbtt dijo...

Pablo eres un excelente narrador, una crónica fabulosa.
Has contado todo con detalle y con la "chispa" necesaria para convertir la dupla en un tripelte estratosférico: "Fervantes", "Toño" Machado y "Pablito" Neruda.
Por lo demás, una pena no haber podido acompañaros en esa ruta (como cada año en estas fechas) ya que tenía otros menesteres de los que ocuparme.

Anónimo dijo...

Si, muy bien. Yo tampoco pude acompañaros tenía que haceros fotos. Que bien lo pasé.
Salud,
Barrancas

Toño Pleitos dijo...

Buena crónica "Pablo Rodríguez de la Fuente". Excelente descripción de esa rastrera especie animal denominada "carretero común", aunque yo podría completarla con unas cuantas características y denominaciones cariñosas de ese engendro animal que, claro está, no voy a decir para no causar resquemor en algún ofendidito.
La verdad es que lo pasamos bien en esta nueva y cada vez más completa y exigente versión del Mantible.
Antes no le tenía mucho aprecio a esta prueba en la que se combinaba un recorrido muy trillado con la habitual presencia de barro. Con los cambios en el trazado (la "Xtreme Mantible") y el subsiguiente festival con el nos recibe el bueno del Visir todos los años, la verdad es que esta prueba me esta ganando.
Los almuerzos del Visir tambien han mejorado (como la pluma de Pablo); ya no son esos almuerzos en los que daba de comer a 20 con 14 euros... no, ahora son banquetes pantagruélicos dignos de su Islamabad natal, ya por lo menos se gasta 30 euros o 32.

Félix dijo...

pensaba que eras de ciencias y no de letras .Ya tengo un negro!!! Pablo, Pablito ,Pablete.
Muy buena.
Nos vemos en las trialeras.......

israelogro dijo...

Buena crónica Pablo y un almuerzo soberbio muchas gracias Vitín

Fer Alcalá dijo...

Estupenda crónica Pablo. Como hagas así todos lo exámenes, matricula de honor seguro. Lo pasamos bien en la ruta y Pepe nos acompañó a los que no teníamos ningunas prisa. Mejor aún resultó el almuerzo del gran vitín ¡Como nos cuida nuestro amigo a todos! Esta vez tiró el minarete por la ventana y nos puso un cordero sabrosísimo, aunque yo eché de menos algún gato.