19 mayo, 2009

Navegando por la ruta del Centenario ( 9 Ciclistas)

16 de Mayo de 2009

Navegando por la ruta del Centenario de Santo Domingo de la Calzada.


Crónica por Diego "Carraspanabike"

Victor, Javi”solera”, Juan, Tate, Diego, Javi, Fernando, Valero y Ismael.

El Boss me ha pedido que escriba cuatro palabras para la crónica de la ruta de hoy. Pues bien, allá van: Una ruta para repetir.

Claro, que lo de cuatro palabras quizá sea una forma de expresarse y quiera que diga algo más. Pero qué voy a decir yo! El track está en el blog, tenéis la ruta descrita con pelos y señales por el bueno de Trankas hace dos días, las fotos, le imagen google y la compegps…. Tendré que intentar darle un enfoque diferente. Voy a intentar transmitir las sensaciones de la ruta. Cerrad los ojos e imaginaros Creo que será mejor que los abráis porque si no no vais a poder leer la crónica. Pero echadle un poco de imaginación.

Al alba partimos del puerto de Santo Domingo. Con una ligera brisa del Oeste y el cielo color azul intenso, iniciamos la singladura navegando por un océano verde como el trigo verde. Al poco, aparecieron en el horizonte pequeños esquifes navegando en dirección Oeste, rumbo a Santiago. Al cruzarse nuestras embarcaciones intercambiamos los preceptivos saludos y parabienes (Tom, el contramaestre, se quedó con las ganas de intercambiar alguna otra cosa con alguna peregrina que venía del lejano Oriente).

Con mar tranquila y navegando a buen ritmo, pronto divisamos Cirueña. Pero no arribamos a puerto, sino que viramos a estribor, rumbo a Manzanares. Continuamos con la mar en calma, disfrutando del buen tiempo y, casi sin enterarnos, estábamos entrando por la bocana del puerto de Manzanares, donde atracamos para que nuestro intendente, Cap. A., pudiese llenar los barriles con agua fresca.

Nada más salir de Manzanares el viento comenzó a arreciar y aparecieron las primeras olas. Nada serio, ni siquiera una marejadilla, pero nos hizo a todos tener que estar más atentos a la navegación. Entre un mar de hayas y pinos logramos superar esta zona de oleaje llegando a la zona conocida entre los hombres de mar como Fonfría, por la baja temperatura de sus aguas. De nuevo navegamos con mar tranquila y apacible, siendo acompañados por extrañas criaturas marinas impropias de estas latitudes, cuando llegamos al puerto de Pazuengos. Decidimos atracar para llenar las bodegas con alimentos y agua, con tal mala fortuna que unos piratas casi le roban la embarcación al marinero Javi (ya te digo que tienes que tener más cuidado).

Nada más zarpar de Pazuengos, las corrientes y el viento de popa nos permitieron doblar el cabo de Villanueva en muy poco tiempo, pero la alegría duró poco. El viento roló y se desató una tormenta que levantaba olas de varios metros que dificultaban mucho el avance. Con mala mar navegamos varias millas en dirección sur hasta que amainó, el cielo volvió a brillar y pudimos contemplar un mar de pinos, característico en esta parte del globo. De nuevo una corriente favorable nos llevó rumbo sur, navegando frente a las costas de Turza, hasta llegar al caladero de Bonicaparra, puerto en que habitualmente atracan los barcos brevemente para llenar las bodegas con agua fresca. Resulta curioso poder observar de cerca la fauna típica de estas tierras.

Ya nos lo advirtió el posadero de Bonicaparra: “La mar es muy mala allá donde vais…” Nada más partir de Bonicaparra apareció una galerna sin saber muy bien de dónde venía. Vientos huracanados y olas descomunales amenazaban con hacernos zozobrar. Cuando parecía que amainaba era como si todas las fuerzas del cielo cogieran impulso para azotarnos aún más fuerte, amenazando con destrozar la arboladura. Al poco, divisamos un enorme iceberg procedente del norte que no pudimos esquivar (aunque alguno lo intentó). Cuando por fin cesó el oleaje, decidimos quedarnos al pairo unos minutos para poder reponernos del esfuerzo.

Cuando reanudamos nuestro viaje, vientos más cálidos procedentes del sur nos impulsaban rápidamente. En nuestro viaje de regreso no nos detuvimos en el puerto de Pazuengos para no desaprovechar las corrientes y el viento favorables. Pero de poco sirvió, ya que el viento cesó enseguida, la corriente cambió y tuvimos que coger los remos para poder llegar al puerto de Fonfría. Allí, el viento arreció de nuevo, momento que aprovechamos para poder navegar rumbo a la isla de Santo Domingo, adonde arribamos al poco tiempo.

Afortunadamente no hubo ningún percance, no se rompió ningún aparejo y el barco no sufrió ningún desperfecto. Cabe destacar que Tom, el contramaestre, padeció unas fiebres extrañas que le afectaron a la razón de tal manera que cogió un bote, lo echó al agua, y se fue a remo hasta el puerto de Logroño. Por otro lado, la brújula del camarote de nuestro capitán, Boss, estaba estropeada y siempre señalaba un rumbo distinto del que llevábamos. Menos mal que estaba nuestro timonel, Tate, para solventarlo. Añadir que los marineros Valero e Ismael ya habían realizado este viaje anteriormente y su experiencia nos fue de gran ayuda. Fernando, el vigía, todo el viaje en lo alto del palo mayor, apenas nos dio conversación, algo impropio de él. Los marineros Javi y Diego creyeron divisar ballenas a lo lejos, pero no se pudo comprobar. Si exceptuamos la falta de agua inicial, nuestro intendente, Cap. A., fue eficaz y el menú fue variado. Salvo estas pequeña anécdotas, la tripulación respondió a las exigencias del viaje y, de esta manera, se completó una ruta más.

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4 comentarios:

vitinbtt dijo...

Os vais superando con las crónicas, va a dar miedo tener que hacerla.
¡Fenomenal!

Anónimo dijo...

Muy bien, mañana genial, todo perfecto. Ya estoy entrenando.

Gran Capitán A.
(si se me va a quedar...)

Anónimo dijo...

Diego ¿Qué tas fumao?
Crónica muy buena y diferente, pero
¿Qué tas fumao?

E.A.D.T

Anónimo dijo...

Querido grumete Diego:
¡¡Genial!!
Fdo. JuAnómino