27 junio, 2018

El Piojo (11 Ciclistas)

Distancia: 54km
Desnivel acumulado: 967mt
IBPindex: 78

Por un mal entendido no hay crónica de esta ruta, de la siguiente dos.

Igor San Juan, Edu "Ayuntamiento", Fer, Ana, Vitin, Deiguito, Javi, Diego "Buitre", Luis, Pepón y Roberto "Montemediano".












19 junio, 2018

Euskobike 2018 (8 ciclistas)



9 de junio de 2018
Distancia: 117km
Desnivel acumulado: 3762mt
IBPindex: 279


Crónica por Ana


Israel, David Pe, Alvaro, Dieguito, Ana, Igor Sanjuan, Tomy Maquina y Valero

El día se intuye largo, muy, muy largo, habíamos quedado en el cementerio de Logroño a las 5.15h de la madrugada, tras hacerme camino entre todos los viandantes de esas horas un día de fiesta con unos grados de alcohol en el cuerpo,  llego al Campo Santo con mi vehículo, bajo la ventanilla y me cae el peso de la Ley, te toca hacer la crónica y digo yo…. “y qué voy a poner?” “Pues sensaciones!!!”  Me digo a mi misma….
Nos dan el banderazo de salida, a las 7,00h de la mañana, empezamos subiendo al Ioar, así a puerta Gayola, sin tiempo a asimilar, sin calentar, sin pensarlo, los primeros 1000m aproximadamente de desnivel en menos de 10km y con el desayuno todavía en el estómago.
A mis compañeros los había visto pasar como misiles, Dieguito y Alvarito, a David, lo iba viendo de lejos, pero, como no, rodando levantado en la bicicleta, no tengo ni idea como es capaz de hacerlo, es impresionante!!!
Una vez que llegamos arriba, comienza un bonito cresteo, con unas vistas espectaculares allí donde mires, bueno la verdad es que no puedes perder mucho rato la vista del sendero, dado su complejidad técnica, con momentos rápidos, otros exigentes de subida, muchos exigentes de bajada.
De ahí, seguimos camino hasta llegar a la bajada imposible, y cuando digo imposible, es que no era apta ni tan siquiera para bajar a pie, pues el terreno era resbaladizo y criminal en el que te encontrabas lo mismo piedras mojadas, barro y lo peor de todo, raíces que hacían las veces del hielo, casi intratable hasta a pie y con la bicicleta en la mano que hacía de apoyo…
Al llegar al primer avituallamiento, me dicen, que iba la primera.
“Se os han escapado dos, por lo menos que van por delante, sólo que son unas bestias pardas y ni habrán parado”  Les digo yo.
Sin perder demasiado tiempo, dado que todavía estábamos frescos pues tan sólo habíamos hecho 27 Km, seguimos carretera y manta y volvemos de nuevo a Santa Cruz de Campezo, de ahí, entre bosques y parcelarias varias que nos encaminan hasta Santa Teodosia, el segundo avituallamiento, donde me encuentro con mis compis Alvarito y Dieguito, que por sus palabras intuyo que a partir de aquí vamos a ir todos juntos, biiiiiieeeeeennnn!!!!
La subida de Santa Teodosia, después del avituallamiento, me recuerda a Cuesta Madrid, pero lo peor no fue eso, lo peor fue una vez que entramos en el bosque llenito de barro y muy difícil de negociar, ya cansaditos con los kilómetros y horas encima de la bicicleta, estos pasos se atragantaban bastante.
Todavía nos quedaba un paredón importante, bien denominado “El Muro” dos kilómetros de subida, sólo decir que el suelo estaba hormigonado, lo digo todo, nunca te fíes de una subida hormigonada.
Desde ahí fuimos a la bajada del Vallado, que me resultó familiar, pues ya en otra ocasión me había tocado disfrutar de ella, bajada vertiginosa en rapidez, pero sin calificativos para definir la belleza de la misma, pero a su vez muy segura, por su fabuloso peraltado.
Agradecer a Alvarito, que hacía de Don Quijote, luchando con los Molinos de Viento, bueno, mejor dicho contra el viento y allí estábamos Dieguito y yo que entre los dos sumábamos un Sancho Panza, se nos ponía delante en los llaneos o falsos llaneos, increíble pero parecía que nos estaban empujando por detrás…
No contento con eso, a cada rato nos iba diciendo, venga ahora beber y comer, comentario que nosotros en ningún momento poníamos en duda y comíamos y bebíamos…
En resumen después de kilómetros y kilómetros donde podíamos observar la belleza de los diferentes paisajes que nos íbamos encontrando tanto al subir una montaña por un precioso sendero que nos conducía a la cumbre, como a la hora del descenso por barrancos y valles, completamente diferentes entre ellos, pero que nos hacían disfrutar de unas bajadas trepidantes, en velocidad, pero a su vez seguras e interminables, de esas que cuando el descenso llega a su fin, tienes una sonrisa en la cara de oreja a oreja.
La misma sonrisa se queda en la carita, cuando pasas la línea de meta, tras 9.09 horas de bicicleta y que hace sentirte satisfecho por haber terminado una de las pruebas más duras que hay en el calendario el Eusko Bike Challenge 4.0.

CLASIFICACIÓN

                                                              3ª   ANA CALLEJA: 9:09
                                                           149   DIEGO MONASTERIO: 9:09
                                                           151   ALVARO PEÑA: 9:09
                                                           189   TOMAS PEÑARANDA: 9:47
                                                           298   IGOR SANJUAN: 10:47
                                                           334   ANTONIO VALERO: 11:18
                                                           365   ISRAEL DE LA PEÑA: 12:21
                                                                    DAVID ABIZANDA: Retirado haciendo la corta 



11 junio, 2018

Dehesas y Montecillos (13+1 Ciclistas)




3 de junio de 2018
Distancia: 69km
Desnivel acumulado: 1221mt
IBPindex: 89


Crónica por Javi

En esta ocasión Fernando Alcalá, Luis, Víctor, Pepón, Isra, Lolo, Mikael, Luisma, Roberto, Diego “Nieva”, Igor San Juan, Víctor Llop,  y quien redacta estas líneas + Jorge Muro que se nos juntó un poco mas tarde.

Una mañana como tantas otras, con las maquinas a punto, engrasadas, con nuestra voluntad férrea de trabajo, levanta el sol, la suave brisa de la mañana nos envuelve y ese frescor en la piel que nos hace sentir vivos,  deseosos de arrancar, con acúmulos de energía, después de unos días de mucha ocupación y de no poder compartir del pedaleo con el grupo me siento ansioso con esa tensión en las piernas, ese quizás no puedo pero quiero, y ese llegar hasta el objetivo,  ese objetivo que no es otro que el de pasar una mañana entretenida con este grupo de amigos, de compañeros de fatigas por el cual hemos apostado con constancia y sacrifico.


David el sábado ya me dejo claro que me tocaba hacer la crónica, otra más, “como pasa el tiempo” y que tanto él como Toño y Diego se iban a hacer la prueba de lo Dinos.

En esa ocasión los trece y “sin temor por el número” nos dispusimos a rodar uniendo nuestras pulsaciones con un fin determinado, almorzar reponer lo desgastado y pasar una agradable mañana. Cogimos en primer lugar el camino  que va paralelo a la autopista, pasando por el túnel del Mario.


Os diré que el temor al número trece viene de lejos, se cree que el miedo al número 13 tiene como su origen en el código de Hammurabi, conjunto de reglas impuestas por el Rey de Babilonia en el año 1760 a. E. C. En éste, las reglas están numeradas de forma sucesiva, pero se saltan la número 13, nada que ver con supersticiones, sino que se debió a un error en la traducción. Otra de las razones por la que el 13 se podría considerar de mala suerte, es porque sigue después del 12, considerado un número perfecto, el año tiene 12 meses, cada jornada se divide en día y noche de 12 horas cada una, el 12 marca un momento importante del día, etc. Al pobre 13 le tocó la mala suerte de ser imperfecto después del dígito ideal.

Bueno vamos a lo importante…
Debido a las últimas y reiteradas lluvias un tramo estaba en muy malas condiciones, casi anegado por la enorme cantidad de hierba, pinchos y maleza, sin embargo a los trece no nos resultó un problema y lo solventamos como siempre sabemos hacer “con decisión”. 


Seguimos cogiendo el camino a Medrano y empezamos a subir hacia la dehesa de Hornos para girar hacia la izquierda y comenzar la subida hacia las Palomeras, una subida no demasiado larga pero muy dura para después descender por el cortafuego, la primera parte esta bastante bien pero el último tramo está en muy malas condiciones, con muchas roderas y muchas piedras. 


Aún recuerdo la última vez que intente bajarlo con la intrepidez que me caracteriza y acabe con las costillas en el suelo, así que esta vez fui más cauto, quizás prevenido, no obstante hubo gente que lo bajo entero, no hubo consecuencias que reseñar y continuamos el ascenso hacia la Dehesa, cumbreando y reagrupándonos  para comenzar la bajada hasta Hornos. 


Paramos en el pilón de la entrada del pueblo a coger agua y comer algo, nuestros esbeltos cuerpos necesitan del repostaje. Aún queda bastante ruta, así que después de esos minutos de parada llamemos “técnica” nos dirigimos hacia Navarrete para comenzar la subida hacia la Dehesa en esta ocasión subimos por la pisa del medio y aun buen ritmo llegamos arriba, foto de rigor para inmortalizar el momento y seguidamente comenzamos a bajar por la ruta 18, eso si con mucha precaución por el estado de los caminos, están en un pésimo estado, bastante estropeados y nos puede ocasionar un buen susto.



Continuamos por el camino que se dirige directo a Cenicero, cruzamos la carretera nacional y antes de entrar en el pueblo, a la derecha para la parte trasera del cementerio, empezamos a subir el montecillo, casi todos la conocemos por que anteriormente se celebraba la Perimetral de Cenicero con unos avituallamientos que no eran normales,” te ponías las botas”. Subidas bastante duras de hormigón que finalizan en una viña cerrada con alambre y labrada, para a partir de aquí comenzar la bajada hacia Fuenmayor.


Cogemos nuevamente agua y vuelta a subir el último repecho de la jornada a los altos de Fuenmayor para coger el camino dirección a la Grajera haciendo la senda de las tres o favorita, una senda conocida por todo el grupo que nos resulta fácil quizás por la cantidad de veces que la hemos transitado.

Terminamos la jornada en la gasolinera de la Grajera, el que quiso se dispuso a almorzar como de costumbre y el que no, él se lo perdió, una mañana de diez perfecta en lo climatológico y como no, perfecta por la compañía.
¡Os echaba en falta¡





01 junio, 2018

EZCARAY 2018 (7 Ciclistas)



EZCARAY 2018
Distancia: 39km
Desnivel acumulado: 1396mt
IBPindex: 109



Crónica por Israel

Tate, Israel, David, Alvaro, Toño, Vitin y Dieguito


Recordáis la escena del desembarco de Normandía en “Salvar al soldado Ryan”, pues las bajas de ciclistas para realizar la ruta en Ezcaray este año ha sido similar, una sangría continua. La última baja Pepón, que al igual que el soldado simplón que saca la cabeza de la trinchera en el último segundo de la batalla para que se la vuelen, él se asomó al whatsapp esa misma mañana para avisar de que no subía. 

Total, que de los quince que esperaba nos quedamos en menos de la mitad para mi disgusto. No así para David que ya se estaba relamiendo pensando en hacerme cumplir mi promesa de que el año que solo subamos cuatro nos vamos a comer al Echaurren, pero aún no David, este año no.

No, no me decidía porque ruta hacer este año. Mucha nieve, demasiada agua y meses sin salir en bici por la sierra precisamente por la demasiada agua y mucha nieve. El miércoles de esta misma semana engañé a Tate y a David Villaverde para hacer una rutilla previa de prueba que repetimos en gran parte este domingo. Eso sí, después de quitarle unos 10 kms y unos 700 m. de desnivel acumulado ya que en el ordenador pasando el ratón por el mapa todo es fácil de subir y bajar, pero luego la realidad del monte se impone.

A eso de las ocho y cuarto partimos los siete valientes desde el polideportivo dirección Ojacastro cruzando un crecido río Oja. En la aún fresca mañana nos encaminamos por la vía verde, aunque enseguida pasamos a otro camino paralelo más bajo y cercano al río que nos lleva igualmente hasta el puente de Ojacastro, un camino en nada mejor al que transitábamos salvo que tiene peor firme, mucho más barro y roderas mil, no nos lo podíamos perder. Entramos brevemente en el pueblo para coger la carreterita agrícola dirección Arbiza y Tondeluna que en breve también dejamos por nuestra izquierda para empezar la primera subidita del día, el Barranco del Ángel.



Unos seis kilómetros en fuerte subida empezando por un buen tramo en el que la pista queda anegada por el Arroyo de Ángel que en su tramo final se aburre de discurrir paralelo a la pista y se decide a invadirla para darnos la bienvenida y alegremente empaparnos los calcetines, el muy cantamañanas. Pronto dejamos atrás la ermita del Ángel en nuestra subida y vamos entrando en el barranco bajo las ya frondosas hayas con sus hojas nuevas de un verde brillante, pura clorofila.


Un buen rato nos costó remontar el barranco hasta poder llegar al Camino de la Dehesa que nos acerca al Acebal de Valgañon. Este tramo de unos nueve kilómetros es el más tranquilo del día, primero durante unos cinco kilómetros una suave subida en pista de tierra y después, dejando esta, cuatro frescos kilómetros recorriendo los verdes prados de la Dehesa de Valgañón ya en bajada hasta el inicio de la senda que nos acercará al pueblo. 



Durante este largo tramo podemos disfrutar de unas impresionantes vistas del San Lorenzo, el Otero, el Torocuervo,… y prácticamente todos los picos aún nevados del Circo Glaciar del Oja viejos conocidos nuestros y que se recorren en la añorada Ruta del Cordal de la Demanda, ruta anteriormente conocida como El Peponazo.


El tiempo estaba respondiendo a nuestros deseos, que no a la previsión según la cual ya tendríamos que estar bajo una gran tormenta, el sol brillaba con intensidad veraniega, aunque no era suficiente para recalentar una mañana primaveral sin rastro de viento e ideal para nuestra aventura ciclista.


Nos despedimos de las muchas vacas, ovejas y potros que pastan en este paraíso de dehesa y nos metemos de cabeza en el cerrado bosque desde el que inicia el descenso la senda del Acebal de Valgañón.

 El mucho barro inicial nos ralentiza y nos hace temer por la adherencia del firme, pero en cuanto descendemos los acebos y otros árboles frondosos dan paso a carrascales más abiertos, la senda se seca y se vuelve disfrutona aunque no exenta de cierto peligro, como siempre se nos vuelve corta ya que perdemos metros muy rápidamente. En un tramo lleno de raíces David pierde rueda y se da un revolcón sin mayores consecuencias salvo su orgullo y una maneta de freno algo tocada. Dieguito, nuestro “descender” oficial de la jornada tanto por equipación, se trajo la máquina de bajar, como por pericia bajo disparado seguido bien de cerca por un Álvaro siempre valiente, los demás fuimos bajando a nuestro trantrán intentando alcanzarlos.


 Reagrupamos en la portilla que da por finalizada la bajada técnica y seguimos todos juntos la senda cerrada y llena de crecidas plantas hasta la entrada del pueblo.
Valgañón; agua, tentempié y andando. Poco disfrutamos de este bonito pueblo sede de la mítica Valdeminochi prueba bien apreciada por todo ciclomontañero que se guste de las buenas rutas, duras y bien organizadas, recomiendo que no os la perdáis.

En breve seguimos marcha ahora dirección Zorraquín primero por un camino de hierba y pronto por una húmeda y encajonada senda tapada por avellanos que aún sin terminar de echar todas sus hojas ya cierran el techo de una senda de la que emergemos en su tramo medio para tomar aire atravesando un prado alto que nos deja el apreciar el bello entorno. 


Rápidamente nos sumergimos otra vez en la senda ahora convertida en un alegre arroyo por el que también nosotros discurrimos hasta terminar desembocando en la pista en la que nos despediremos del riachuelo que nos ha acompañado un buen trecho. Qué bien se lo pasó Dieguito en este tramo saltando, chapoteando y haciendo cabriolas termino con cara alegre y brillante de haber disfrutado de lo lindo no así los que le seguían que terminaron empapados y con serias caras llenas de barro de tanto salpicón y ¡tanto niño ya, coñe!


Subimos por el Camino de las Majadas con una pendiente media del 11% que transcurre primero entre prados luego bajo pinos para terminar abruptamente en un cortito repecho de mal aspecto que no pudimos ni intentar subir ya que varias hayas caídas nos hicieron tener que trepar sorteándolas bici al hombro. Tras la breve yincana seguimos recorriendo este hayedo hasta que una corta bajadita nos deja en la dura pista que sube dirección Ibaya. La pista que los ciclistas de la zona llaman el “mortirolo” siguiendo la costumbre ciclista de bautizar con dicho nombre la subida más puñetera de su zona, esta sube desde Valgañón hasta el Collado de Ibaya.

Nosotros de los algo menos de ocho kilómetros de recorrido de esta subida disfrutamos solamente de tres, precisamente los centrales más duros que es donde nos la encontramos. Entramos en la pista en fuerte pendiente de firme suelto y con agua corriendo sobre pelados cantos. No todos pudieron pasar este primer tramo sin tener que echar pié, yo lo conseguí a costa de dejarme los riñones en el intento que ya no se me recuperaron en el resto de la jornada e hicieron para mí del resto de esta subida y las siguientes un sufrimiento. Otros parece que la tomaron con mucho mejor talante como David que poniéndose en pie dejo a todos atrás saltándose tres kilómetros después el desvío que teníamos que coger y subiendo como un poseso hasta el cruce en que marca su final del “mortirolo”. 




El resto de compañeros mucho más abajo nos íbamos amontonando según llegábamos al desvío a tomar y dábamos voces e intentábamos llamarle al móvil, un móvil que muy hábilmente dejo en el coche, hacíamos sonar silbatos intentando hacer que el muy matraco bajara ya que ninguno tenía muchas ganas de seguir subiendo el cuestón en su busca. Ya preocupado Álvaro enfila tras el volviendo enseguida ya que David asustado y sintiéndose perdido había decidido bajar sobre su rodada.


Mientras esperábamos Dieguito sacó de su mochila un gadget de los suyos, un mini dron cuquísimo con el que pasamos un ratillo haciéndonos fotos y grabando vídeos. Le comenté que mejor guardar batería para grabar en el punto más alto de la ruta y seguidamente nos metimos en la senda bajo hayedos que enlaza la pista en la que estábamos con la pista que también sube al collado de Ibaya pero esta desde Ezcaray.


Esta sendita bajo hayedo me parece preciosa y divertida de recorrer no así a Tate que no paraba de refunfuñar e incluso se había presentado voluntario para subir a buscar a David con la condición de no bajar y esperarnos arriba para saltarse esta senda que tanto le disgusto el miércoles, pero de eso nada aquí no se separa nadie para saltarse nada y menos Tate que tantas emboscadas nos ha preparado. Cruzamos el sendero con firme algo inclinado y roto clásico de los pasos entre hayas hasta llegar a la bonita fuente que anuncia su final al convertirse poco después en un bonito camino bajo pinos que nos lleva hasta la última subida.


Entramos en la pista que sube hasta Ibaya y seguimos subiendo unos tres kilómetros en los que paramos un momento a coger agua de la fuente del depósito y continuamos hasta el cruce donde giramos a la derecha. Enseguida vemos la torre de prevención de incendios de El Hombre ya cerca. Otros dos kilómetros más, pasando por el cruce donde un rato antes debió de estar David con cara de apampláo cuando se escapó en solitario despiste, y ya un sube baja final hasta llegar al punto más alto del día, la cima de El Hombre a unos 1450 m.



Dieguito intenta poner en marcha su dron sin conseguirlo. No enlaza o no prende o no inicia, vamos que no vuela. Toño coge el pequeño dron entre sus amorosas manos y hace el gesto de lanzarlo a volar cual pajarito caído del nido, Dieguito viendo que su chisme peligra lo recoge raudo. Sacamos la pertinente foto de grupo y nos extasiamos con las inmejorables vistas. Vaya día nos está haciendo, pero un trueno lejano nos hace espabilar y nos preparamos para realizar la última bajada de la jornada.


Iniciamos este descenso de cinco kilómetros que en minutos nos hace perder 800 m. de desnivel bajando hasta el pueblo. Empezamos bajando por una pista que pronto se convierte en cortafuegos con mucha pendiente, los humanos la bajamos con cuidado para no descontrolarnos, cruzamos por donde terminamos el enlace de hace un ratito y llegamos a la entrada de la senda. Todos esperamos a Dieguito que baja como un bólido desde El Hombre y asustados le dejamos prioridad en la senda.



Esta senda divertida como siempre está dividida en tres partes muy distintas primero una bajada rápida y ancha entre pinos, después tras cruzar la pista y salir del bosque un sendero más técnico y sinuoso hasta volver a salir a la pista donde esta se convierte en la carretera que sube del pueblo a la ermita de Santa Bárbara. Remontamos esa carretera un par de cientos de metros hasta la ermita desde donde nos lanzamos al divertido zigzag de Santa Bárbara con sus siete u ocho cerradas curvas que nos dejarán prácticamente en Ezcaray.



Todos disfrutamos con la bajada, David justo delante mío en un momento dado bajó su tija se agacha y desaparecer precipitándose como otro mozalbete más tras Alvaro y Diego dejándome muy atrás, que tío. Toño no disfruto tanto recibiendo su merecido ya que en lo más alto se rio de mi baja forma y de que ya no puedo ir detrás de él silbándole alegres melodías como acostumbro para alegrarle las rutas. Vitín le oyó y en justo castigo se dedicó toda la bajada a ir un palmo detrás suyo silbando a todo pulmón seguramente la internacional u otra alegre balada sindicalista para disgusto de Toño que bajaba echando más humo por las orejas que por los recalentados frenos. Tate bajo algo más prudente ya que el miércoles en esta misma bajada destalonó y se dio buen revolcón del cual aún no estaba totalmente recuperado.


Cruzamos el pueblo por su plaza llena de gente y con música en su quiosco y ya con ganas de vermú nos dirigimos a ducharnos yo a mi casa y el resto al polideportivo donde quedamos media hora después.

Tras la ducha pasé un momento de pánico ya que no encontraba la cartera, cuando ya me disponía a huir a Logroño dejando a todos allí tirados y mientras sonaban insistentemente los mensajes exigiendo mi presencia recordé haberla dejado en el casco cuando abrí el garaje. Una vez reunidos todos de nuevo nos dispusimos a tomar un buen vermú de casi una hora para después acudir ya bien alegres al local donde comimos.

Ya a los postres se unió a nosotros David Villaverde con el cual nos fuimos al café Troica donde tomaron unos cafés, otros un batido, con o sin nata, Tate y yo nos lanzamos a degustar un riquísimo mojito lleno de hierbabuena, se ve que no nos habíamos hartado de verde en la larga jornada de bici.

Y hasta aquí el relato de la ruta de Ezcaray de este año, mi agradecimiento a aquellos que acudieron y espero que otro año seamos más. Un saludo especial para Josu con el deseo de una rápida recuperación ya que justo el día anterior se rompió la clavícula en la Orbea Gran Fondo de Vitoria impidiéndole estar con nosotros.


Adiós guapis.